Decía Friedrich Nietzsche,
que sin música la vida sería un error.
Estoy plenamente de acuerdo con el
filósofo alemán y además añado que en lo que a mí concierne, la música, fiel
compañera, siempre ha enmarcado mis mejores recuerdos.
No conozco nada más
eficiente que la música para vencer la soledad o para remarcar las compañías.
Digo esto, para que no se
interprete este escrito como una andanada contra la musa Euterpe, de la que soy
asiduo adorador desde aquellos discos
dedicados de Radio Andorra, hasta ese sofisticado aparato estéreo de ahora que
hace mas sublimes los atardeceres.
Amo la música, en sus más
variadas presentaciones. He transitado por ella desde Mozart hasta Albeniz,
desde Bonet de San Pedro, hasta Adelle. Desde
Manolo Caracol a Camarón de la Isla, desde Concha Piquer a Pasión Vega,
pasando por Rocío Jurado. Desde la Nueva Trova Cubana, a Serrat y Víctor Manuel. Desde Mahalia Jackson a Nina Simone o Diana Krall,
pasando por Ella Fitzgerald. Desde los arreglos orquestales de los grandes
grupos americanos de los años 40, a la soledad creativa de Paco de Lucía, o la
poesía de Sabina o Juan Luís Guerra.
Todo eso y muchos más que no
escribo, por no hacer este escrito interminable, tiene para mí el valor de lo
inesperado y útil, todo me gusta, a todos reino pleitesía. Todos, con el color
rabiosos de su inspiración me hacen olvidar los sonidos negros que a veces me
acechan.
Pero eso sí, con algunas condiciones.
También necesito del sosiego y la tranquilidad y me gusta dedicarle a la música
toda la atención que se merece. Respeto a quien es capaz de tener siempre la
música como fondo, mientras se afana en mil tareas. Yo no sé, y lo que es peor,
tampoco quiero saber.
Me gusta saborear la música
en toda su amplitud, de la misma manera que me gustan los buenos vinos: sin
extrañas mixturas y rebuscados acompañamientos.
Por eso no puedo entender a
esos jóvenes que durante todas las horas del día resisten ese cordón umbilical
que nace de un pequeño aparato, donde, sin solución de continuidad les insufla
de sonidos, la mayoría de las veces excesivamente estridentes, aislándolas del
mundo.
Viven ensimismados,
Apartados de lo que les rodea, en un enrarecido ambiente de sonidos
cíclicamente repetidos.
Como empecé hablando de mí,
quiero terminar de la misma manera.
Ya he dejado dicho en algunas ocasiones de mi
costumbre de un paseo diario y tempranero para visitar a mi amigo el mar.
De buena mañana, salgo con
mi MP3 uncido a mis oídos y aprovecho para oír las noticias por radio. Cuando
llego a la playa, ese milagroso aparatito, me permite buscar la música que en
ese momento necesito y sentado frente al mar disfruto de ella, me relajo, me
olvido de muchas de los impúdicos y soeces mensajes que nos trae el devenir
diario
Para la vuelta guardo el
moderno artilugio, escucho el sonido del mar, lleno mis ojos con las primeras
claridades y sin ninguna barrera acústica que me lo prohíba, me meto de lleno
en esa prodigiosa e inacabable sinfonía que todos llamamos vida.
MÚSICA.Toda ella, bella.
ResponderEliminarSaludos musicales, Juan.
http://www.youtube.com/watch?v=MZvTAuEGEEU
Juan L, yo también amo la música, es buena compañera y no sabes de cuántas crisis depresivas me ha salvado, la música alegre me anima a mover y ese es el primer paso para salir del atolladero que enfrento.
ResponderEliminarSaludos grandes Juan
Hermosa entrada Juan, la música es parte de nuestra vida diaria y también es parte de nuestros recuerdos.
ResponderEliminarUn placer leerte, te dejo un fuerte abrazo!
Dichosos los ojos que pueden saborear las letras, porque de ellas mana el hilo musical de nuestras vidas, escribas lo que escribas tus letras siempre llevan ritmo.
ResponderEliminarUn abrazo amigo
Lo siento Juan, estaba convencida de que te había dejado un comentario, porque está claro que sí leí este post. De veras amigo, no me tengas en cuenta este despiste...
ResponderEliminarahora te escribo algo.
Cuando era adolescente, recuerdo que siempre tenía la radio con emisoras comerciales; tuve pocos discos o MC antiguas de algún grupo musical en concreto o artista preciso. Centrarme en un solo estilo era como no disfrutar de la plenitud y variedad de posibilidades que tiene la música. Ahora que estoy próxima a los 40, solo escucho radio como entretenimiento y a la vez, información y formación. Y sobre todo soy fiel oyente o escuchante, escucho la Ser. Por tanto, mi admiración a las personas y en este caso, a ti por saber disfrutar de todos los estilos de música en momentos y situaciones diferentes. Ésto será lo que te hace ser tan sensible? puede ser...
ResponderEliminarUn abrazo
Podrías revisar los Spam? Creo que mi comentario fue a parar allí.
ResponderEliminarPasa que te comenté varias veces desde el Explorer, es cuando se pierden los comentarios. La solución que hallé para dejarte mensajitos es abrir con el Mozilla.
Te sugiero que quites la "Verificación de la palabra".
La música me ha acompañado desde siempre, no sabría qué hacer sin ella... Cada momento de mi vida tiene su banda sonora, y los recuerdos de cada uno de esos instantes, los sentimientos de entonces, vuelven a aflorar cuando escucho esa melodía.
ResponderEliminarYo, por contra, sí dejo que me acompañe a cualquier hora, y haga lo que haga. Es una gran compañía cuando las obligaciones me impiden momentos de asueto y la música me los hace más llevaderos. Recuerdo que de jovencilla solía hasta estudiar con música (Debo a la banda sonora de "El Último Mohicano" y "Leyendas de Pasión" mis buenas notas en selectividad), cosa que hoy en día no puedo entender, porque captan mi atención distrayéndome de lo que en realidad tengo que centrarme.
Música y radio, compañeras inseparables para mí. Sobre todo en las largas horas que me lleva ir y venir al trabajo, no sé qué haría sin ellas...
Pero la mejor música tienes la suerte de disfrutarla tú, junto al mar. Eres un afortunado, sé que lo sabes...
Un abrazo