He encontrado esta fotografía de Manuel L. Castro y se
me han desbocado los recuerdos.
He vuelto al temblor nervioso de mi niñez, cuando se
acercaban en agosto la feria de mi pueblo.
He recordado a las mujeres enjalbegando con cal las
rugosas paredes de las casa, las he vuelto a ver, removiendo las tierra de los
arriates, dándoles vuelta a las usadas chaquetas para mostrar su cara menos
ajada, en una pobre pantomima de estreno no permitido.
He sentido el temblor emocionado de volver a romper la
pobre hucha de barro cocido y contar los míseros “patacones” y el solitario
“real” que trabajosamente había conseguido ahorrar durante un largo año, con la
vista puesta en esa mágica semana de agosto.
He recordado las voces de los turroneros,” ¡Vamos al
turrón!”, apartando con su mano la persistente voracidad de las moscas,
dispuestas a atacar a pesar de la red que tapaba el género.
He vuelto a ver los puestos de baratijas, joyas
venidas a menos que apenas refulgían bajo la mortecina luz de un carburo,
ofreciendo su brillo mate a las cautivadas novias y sus huidizos acompañantes.
Y las mesas de los camarones, con su salobre petición
de vino para los mayores y gaseosa de boliche para los pequeños. Y las barras
de hielo, el rascador y la colección de jarabes coloristas y dulzones. Los
molinillos de papel, quietos en el sopor de la noche agosteñas, esperando que
nuestras alocadas carreras en medio del bullicio, los pusieran en movimiento,
las garrotas de caramelo, las trompetillas de sonido monocorde y estridente,
las almendras garrapiñadas, los trozos de coco. Las barcas que con nuestro
impulso solo podían surcar un trozo de noche con olor a aceite de churros y
vinagre de berenjenas.
He recordado también los días anteriores, cuando en la
siesta la cuadrilla se llegaba hasta el ferial apenas ocupado, para ver como el
Circo Atlas, empezaba a tomar vida, gracias al sudoroso quehacer de hombres
morenos y fornidos que seguro después, nos harían reír con su nariz pintada y
sus enormes zapatones.
Y el fotógrafo “al minuto”. Ese que podéis ver en la
fotografía. El verdadero artista que, sin photoshop ni complicadas técnicas,
era capaz de hacernos ser el guardameta Zamora, el torero Manolete, un
intrépido aviador montado en un Stuka requisado a la Luftwaffe, para redimirlo
de la vergüenza y dedicarlo a los juegos y a la sonrisa. O un jinete apuesto,
llevando a la grupa de un estático caballo, a la chica de sus sueños, que
siempre terminaba por ser la propia hermana.
Y todo era capaz de hacerlo este hombre con la
parsimonia necesaria de quien se sabe un artista. Con la habilidad y la
maestría de saber que con la sola utilización de un simple trípode, una caja de
madera y una sencilla multiplicación de lentes, era capaz de calmar las
aventuras improbables, los sueños inocentes de aquellos niños que fuimos.
Dejadme que pose para ese fotógrafo de bata azul
y mirada seguramente cansada, para que al menos por “un minuto”, vuelva a ser
ese niño que ahora añoro.
muy hermoso y bien construido alegoto a los artistas callegero , que por aquella época abundaban por calles y plazas. Un escrito hecho con mucha sensibilidad, con pinceladas poéticas, Me encanta leerte Pepe.
ResponderEliminarSaludos.
Me has emocionado Juan. Mucho. Qué maravillosa descripción adornada con preciosas imágenes. ¡Cuánta sensibilidad ! Qué texto tan rico en emociones.Un absoluto gozo poder leerte. MUCHAS GRACIAS. Lo he disfrutado con todo mi corazón. ¡Te felicito !
ResponderEliminarUn abrazo gigante.
¡feliz inicio de semana ! :)
Qué difícil es deslindar la prosa de la poesía en tus textos, Juan. Es precioso.
ResponderEliminarSobre el tema al que apuntas, pues recordaba, leyéndote, algo muy parecido de cuando era un niño. Tenía yo 8 años y, en el Paseo de Ribalta, había un fotógrafo de calle que utilizaba un burrito poco mayor que un perro de los grandes (un burrito de mentira, claro), el caso es que los niños hacíamos cola mientras las madres esperaban, pacientemente, el turno de su retoño en particular. Y conserva mi madre aquella foto, en blanco y negro.
Nada que ver con las fotos de estudio, como las que tenemos todos los hermanos juntos en el estudio de Breva el fotógrafo, en la Calle Conde Pestagua, casi al lado de bicicletas Casany. Allí todo estaba preparado, con luces adecuadas y las tomas que hicieran falta para que el resultado fuese óptimo. Y ya luego, un marco...que presidie el salón de de mi madre.
Pero la del burrito tenía esa magia que suelen tener las cosas hechas a la primera, casi improvisando (hombre, mira si sería improvisada que llevaba yo un resfriado de aúpa y casi se me ve hasta la moquilla, jajajajaja)
Un fuerte abrazo
Las primeras experiencias siempre son las mas bonitas Juan.
ResponderEliminarTe felicito por tus bellas palabras.
Un abrazo.
Parisina.
De golpe me has retrocedido... tantos años, que parece que esas estampas que describes son de la edad media y sólo son de antes de ayer.
ResponderEliminar¡Cómo henos cambiado!
Guarda esos recuerdos para contarnos más... Por fortuna te adheriste al cosmos tecnológico y ahí quedan tus palabras, para que las disfrutemos contigo.
ResponderEliminarMuy buena entrada, me puse nostálgica.
Abrazo y cafelito.
A veces me encuentro por ahí a fotógrafos más jóvenes vestidos de época con cámaras antiguas sacando fotos a los turistas. No es lo mismo pero también me evocan grandes recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Suerte de ese rincón de recuerdos que tenemos para evocarlos de vez en cuando.
ResponderEliminarAquí, en la Plaza del Rey, había un fotografo siempre. Cuántos marineros se habrán llevado su foto de cuando estuvieron haciendo la mili en esta Isla.
Besos.
He recordado contigo, mientras tú me contabas de los tuyos, esos mismos despertaban los míos.
ResponderEliminarQue tesoro son los recuerdos, todos, porque de ellos podemos trasmitir mejoras, y alegrar historias.
Me haces un lugar para que el fotógrafo nos retrate en la infancia?
Un abrazo :)
¡¡Delicioso, Juan!!...;)))
ResponderEliminarMe da que la pequeña libretita de los recuerdos da para engalanar Internet de buen gusto y mucha poesía...;)))
B7s
Que momentos mas dulces guardas en tu alma, haces de lo cotidiano una fiesta y eso me encanta.
ResponderEliminarAbrazos amigo...cuídate y sonríe.
Sea. Posa y vuelve a la niñez, siempre añorada e inocente.
ResponderEliminarBss.
Qué recuerdos más entrañables. La vida del fotógrafo ambulante era dura, pero cuando llegaba a un pueblo, era motivo de alegría y asombro al ver cómo de aquel cubito con revelador, salía una imagen en la que la gente se reconocía.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Saludos
Una evocación enternecedora.... me metí en la escena y yo también me emocioné.
ResponderEliminarbesos Juan
Me emociona asomarme a tus recuerdos de la niñez. Nos los brindas tan vivos, con tanto derroche de colores y sonidos que da la sensación de haber estado allí contigo, comiendo esas garrapiñadas u observando el arte del fotógrafo de la bata azul. :)
ResponderEliminarPero él que yo recuerdo, no venía en las fiestas sino a final de curso para las fotos de clase y son de las cosas tan queridas que recuerdo casi todos los nombres de mis condiscípulos.
¿Ves? yo también por un momento he vuelto a ser esta niña con cara de formalita y flequillo a lo Amélie. ;)
Gracias por tus recuerdos.
Un abrazo.
Mientras recordemos, estamos vivos y coleando.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Y todavía existe un señor así? Pues debieran retirarlo con una buena pensión y hacerle un homenaje.
ResponderEliminarQué lindo escribes y qué añoranza tierna nos regalas, es precioso leerte.
Un beso bien grande.
No guardo recuerdo de esos fotógrafos, aunque alguna foto queda en el álbum familiar tomada en la calle, con los niños sobre el borrico de cartón-piedra. Me encantan esas viejas fotos y las historias que las acompañan, así que he disfrutado muchísimo con el relato de tus recuerdos, que además tienen los mismos colores, sonidos y olores de las historias oídas en casa al calor del brasero.
ResponderEliminarBesos
Juan, la nostalgia expresada por ti, ¡es linda y tiene hechizo¡, como tu alma.
ResponderEliminarTe felicito vi en mi mente una película que aun siendo en blanco y negro, para mi estaba en color.
Besos muchos y fuertes ♥♥
Con cuanta dulzura desprendes los retazos de la memoria, a ese foto minuto lo recuerdo, tapado bajo una tela oscura, quietos !imagen imperecedera! Besitos contentos.
ResponderEliminarPor un rato me has transportado a mi infancia. Solo que el pueblo de mis padres, en el que he pasado y paso una buena parte de mis vacaciones, es bastante más pequeño.En fiestas sólo iba el puesto de helados, la churrería, el tiro con carabina y algún puestecillo de bisutería.
ResponderEliminarQué tiempos tan queridos y qué atrás han quedado...
Un beso.