Ni la distancia, ni el tiempo
pueden corroer los muros
de la sincera amistad.
Cuando todo era inocencia,
en un patio empedrado
y a la fresca sombra de una higuera,
soñamos días azules,
viajes sin retorno,
hazañas insólitas.
Tu madre,
siempre risueña y enlutada,
dejaba su costura
y nos bajaba a la realidad
con aquel pan y chocolate
de los días de miserias.
Soñábamos en las noches silenciosas
uncidos a la Osa Mayor
desbocados de ilusiones y deseos.
Y un vértigo de realidades
temblaban en las ventanas que daban
al futuro.
Ni el Guerrero del Antifaz,
ni Roberto Alcázar, ni Pedrín,
colmaban nuestras ansias de
aventuras.
Y de esa manera
fuimos pasando por las horas
herrumbrosas,
en el tiempo que se pierde la
inocencia.
Después, vino la vida
y empezamos a sentir
más cercanas las eternidades.
Empezaron a tomar cuerpo los
olvidos,
se acabaron los tebeos,
y tuvimos que aprender
a escribir la propia historia.
Lo que empezó siendo carcasa de
luces y de sueños
terminó por ser sosiego,
farragosa y repetida realidad de ir
viviendo.
Se fueron apagando
aquellas luces que apenas encendimos
y nos pusimos a la vida
con lo poco que nos enseñaron.
Le hemos puesto nombre propio a los
capítulos,
prestándole a cada uno el apellido,
con el ansia de que en ellos
reluciera.
Ahora son suyos los proyectos
y nosotros,
Fernando mi amigo,
volvemos al principio con menos
claridades,
con un lastre de aventuras no
empezadas,
ausentes ya de tantas vidas que
soñamos.
Gracias Fernando:
a pesar de los silencios y las
distancias,
siempre te tuve cerca.
Tan cerca como se escuchan los
latidos,
de un corazón agradecido.
Juan, tu poema me trae recuerdos ya lejanos.
ResponderEliminarSaludos
Una bonita amistad esta que explicas, amistad que se mantiene en el recuerdo, como las aventuras no vividas, pero con más cariño. Y viéndose esa tierra manchega que supongo fue el escenario.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me han emocionado tus palabras quizás porque tampoco tuve hermano y también merendaba pan con chocolate, negro, por supuesto.
ResponderEliminarMajos chavalotes.
Qué digno y entrañable homenaje Juan. Siempre me voy emocionada y complacida con tus letras,porque son los latidos de un corazón sensible y agradecido.
ResponderEliminarUn gran abrazo, siempre queriendo estar por aquí, pero el tiempo pasa tan ligero....
¡excelente evocación Juan! Un placer...
ResponderEliminarUna hermosa amistad que me trae recuerdos
ResponderEliminarUn beso Juan
Siempre me emocionan tus versos. Me identifico con ellos y con los sentimientos que laten en su interior.
ResponderEliminarBesos
Precioso, seguro que a Fernando también le ha gustado mucho. Una bonita amistad. Besos.
ResponderEliminarJuan la historia hace recordar, otros tiempos, otras personas... También me gusta el nombre de tu amigo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es bueno tener un amigo en quien confiar, como te a pasado a ti, que aunque lejos, siempre estuvo cuando lo necesitaste.
ResponderEliminarUn abrazo
Juan un homenaje muy hermoso a tu amigo Fernando, donde se refleja una vida compartida, me ha gustado mucho como has hilvanado cada etapa de ese crecimiento mutuo.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar.
Un abrazo.
La amistad crea vínculos indescriptibles que tu consigues describir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Os he visto crecer a través de tus versos. Una verdadera amistad!
ResponderEliminarun abrazo.
Es un precioso homenaje a tu amigo y a la amistad de toda una vida...
ResponderEliminarTe deseo una Feliz Navidad.
Un cálido abrazo
Me has hecho recordar a amigas de mi infancia de las cuales ya no sé nada. Espero que en algún momento se acuerden a través de la distancia de esos ratos compartidos con tanta intensidad. Un abrazo.
ResponderEliminarAmistades verdaderas, aquellas que no importa la distancia o el poco contacto, siempre se sienten así
ResponderEliminarAbrazos
Grande la amistad que relatan tus versos, Juan. Y mira por donde, me has recordado a un amigo de infancia que, por avatares de la vida, marchó a vivir a otra ciudad. Esos amigos no se olvidan nunca, así que tus versos bien ilustran muchas historias de amistad de la buena, sí señor.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Qué bonito Juan, qué bonito!
ResponderEliminarCuánto sentimiento se desprende de cada una de tus palabras! Esas son las amistades verdaderas, las que no se las lleva el tiempo a pesar de que la vida va tomando nuevos y diferentes giros. Un hermoso modo de recordar a tu amigo.
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
Uuuu
ResponderEliminarque hermoso escrito me ha encantado y emocionado bastante, esta hecho con mucho sentimiento y del verdadero y bueno que simplemente da el tiempo, la vida y el caminar de una amistad sincera
Conmovedor, porque conmovedora es la amistad. Manchados con la misma tinta y compartiendo ese cerco imborrable que nos recuerda que unos y otros somos parte de nuestra historia.
ResponderEliminarHermoso texto.
Abrazos.
Muy conmovedor tu relato. Una amistad que vale oro.
ResponderEliminar=)
Me ha gustado muchísimo tu poema, Juan. Me ha gustado especialmente ese ponerle nombre primero y apellidos después a los que perpetuarán los sueños, los deseos, a los que miran al futuro con las mismas ilusiones con las que todos miramos cuando somos niños o adolescentes, antes de encarar la realidad diaria. Uncidos al Carro de la Osa Mayor, ese del que nos descabalgamos hace tiempo, aunque sigamos mirándolo ya de manera nostálgica hacia todo lo que quisimos que fuera y se quedó en el camino.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y Feliz Navidad para tí y los tuyos.
La verdadera amistad es un bien preciado , un regalo en forma de sintonía, constancias y sinceridad... Preciosas palabras y esencia que guardan! Un saludo
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