Al
comentar a la buena amiga Mónica del blog Neogéminis, su entrada del pasado
jueves, prometía publicar este real divertimento que hace tiempo ya subí a otro
blog ya desaparecido.
Cumplo
mi promesa.
Hace
unos días, recibía de una de mis hijas un WhatsApp con fotografía incluida,
desde un lugar de la ruta de los castillos del Loira en Francia.
Una
vez enterado del mensaje y después de contestar, congratulándome de su
felicidad por la indudable belleza del paisaje, me puse a considerar el avance
que en materia de comunicaciones se habían producido en mis largos años de
existencia.
Si
cuando yo era un mozalbete me dicen que alguien me escribe una carta y yo soy
capaz de recibirla y leerla en el mismo instante, me atornillo la sien con mi
dedo índice, me sonrío y le digo loco al que trate de convencerme.
Pensando
en esto me vino a la mente un hecho que acaeció hace unos 64 o 65 años (yo
tendría entonces no más de 14) y del que fui testigo directo y co-protagonista.
Prometo
solemnemente que lo que viene a continuación es verídico y tal como os lo
cuento.
Imaginaros
un tórrido día de agosto en Valdepeñas. Alrededor de las 3 o 3,30 de una tarde
asfixiante de calor. El bar propiedad de la familia, en una penumbra fresca
pero tediosa. Ningún cliente. Celestino el camarero dormitando, apoyándose en
un velador, donde descansa una novela de bolsillo del Coyote. Yo, detrás de la
barra, sentado en un taburete, mientras repaso alguna asignatura pendiente para
septiembre. Al fondo del salón, una partida de tute con el sonido difuminado
sin duda por los sopores de la siesta.
El
silencio del momento se rompe al entrar un forastero bien trajeado, sudoroso y
con el nudo de la corbata aflojado. Me pide un café solo y me pregunta que si
tenemos teléfono. Al contestarle afirmativamente me ordena pedir una
conferencia a un número que me indica, de la vecina ciudad de Manzanares. Le
sirvo el café y le doy a la manivela del teléfono hasta que la telefonista (eso
de operadora es muy posterior), atiende mi petición de conferencia y me dice
que tan pronto como tengan la comunicación avisarán.
El
cliente, visiblemente nervioso, me explica que el número solicitado pertenece a
un taller de reparaciones de la vecina ciudad donde horas antes ha reparado una
avería de su coche y el motivo de la llamada, el avisar que recojan una cartera
con importantes y necesarios documentos, que sin darse cuenta se ha dejado en
el taller,. La premura viene dada por si alguien, amigo de lo ajeno, se lleva
esa cartera.
Pasa
el tiempo y la telefonista no llama. Mi cliente cada vez está más nervioso, por
la tardanza y los cafés repetidos.. A cada momento me insta a reclamar la
conferencia. Pasa una hora, pasan dos y la conferencia sigue sin conseguirse.
Yo, harto de tanta llamada, le conmuto el teléfono a uno de pared que hay en el
salón, para que sea el quién que haga las reclamaciones.
Los
nervios, los cafés repetidos y la impotencia le tienen como a un toro enjaulado
y clama en arameo.
Cuando
son cerca de las siete de la tarde, suena el teléfono y se lanza a él como un
poseso.
Oigo
que grita: !!Como que que leche quiero: la conferencia con Manzanares !!
Ante
su exabrupto, cambié el teléfono de nuevo dentro del mostrador y me puse el
auricular en el oído.
!!
Era la dueña de la vaquería, que como todos los días a esa hora, llamaba para
ver la leche que íbamos a necesitar para el día siguiente!!
Después
de esto, el nervioso cliente anuló la conferencia y se fue a toda pastilla a
Manzanares, rezando para que el taller no estuviese cerrado al llegar.
Como
veréis las cosas, afortunadamente, han cambiado bastante.
Al
menos nos sirve para iniciar la semana con una sonrisa.
Tu has visto cosas que a mi me constan indirectamente debido a la fluida comunicación entre hija única y padres "ancianos" y muy vividos.
ResponderEliminarImaginemos cómo será la vida el siglo que viene. Me consta que no la veré y me alegra porque ya no estoy preparada ni tengo energía, pero lo veo venir a eso que extrapole mi vida durante estos últimos 50 años.
jaja me imagino la furia del hombre que, transcurrida toda la tarde cayó en la cuenta que más le hubiese convenido hacerse llevar al pueblo vecino para resolver personalmente el asunto!... me alegra saber que mi evocación de los viejos teléfonos te haya resuelto a re editar esta historia. Un fuerte abrazo y espero tengas una muy buena semana!
ResponderEliminar=)
Dios mío! Hasta a mí, que he conocido esa época, me parece imposible que eso pudiera ocurrir...
ResponderEliminarNo hace tanto tiempo que tu historia era el pan nuestro de cada día, no nos acordamos, pero es así, a lo largo de mi vida laboral he visto pasar de grandes edificios telefónicos para introducir 40.000 abonados de una ciudad a casi una caja de cerillas, bueno una habitación mediana, para introducir el mismo número de abonados. En cuanto a lo de telefonista, ya no hay, mientras las hubo, siempre se llamaron así al menos en todos los convenios que se negociaron hasta que me jubilé la telefonista en España se llamó así y así figura en esos convenios colectivos, lo de operadora es un término más de ultramar, este último tiene su categoría en los convenios y se llaman operadores técnicos pero se dedicaban a actividades muy diferentes.
ResponderEliminarSaludos
Soy más joven que tú, Juan, pero no sabes cómo me suenan estas conferencias que había que esperar todo el día y más se eran al extranjero !!!!! Y esta telefonista a veces cotilla (la del pueblo de mi suegra se llamaba Felisa, todavía me acuerdo jaja y conmigo se quedaba frustrada ;)
ResponderEliminarY ahora, tan fácil... Esta madrugada recibí dos wasap desde Perú para comunicarme "Hemos llegado bien. Todo perfecto. Luego te mandamos un mail."
... ¿Alucinante, verdad? :))
Un abrazote y una sonrisa. :))