PETRA
“ LA MAZNAORA”
Casi
seguro que superaba los 80 años. Su figura enlutada, ya necesitaba de los
tenues apoyos de las sillas de enea y de la mesa camilla, única decoración de
la reducida sala donde, prácticamente pasaba sus días.
Su
cabeza, siempre enmarcada en el triste halo de un pañuelo negro, no dejaba de
moverse, con la misma
asiduidad del movimiento nervioso de sus manos.
El
Parkinson le daba como un continuo movimiento, poco acorde con la lentitud
esperada de su edad.
Vivía
sola. El único hijo vivo que le quedaba, estaba en la cárcel. Se lo llevaron a
los pocos días de acabarse la guerra. Su delito, pertenecer a las juventudes
socialistas. Como ella solía decir, “ solo por pensar diferente que los
“otros”.
Se
ganaba la vida como “maznaora”. Tendré que
explicar, en que consistía ese trabajo, ya que dudo que en la actualidad
esté en el catalogo de oficios.
A
pesar de las vicisitudes de esa época, en la que era prácticamente impensable
que nadie sufriese molestias por hartazgos de comer, ella se ganaba la vida con
una ocupación entre de masajista y santera, que al cabo en muchas ocasiones
solucionaba problemas intestinales.
Unos
masajes en el vientre, previamente ungido con una cruz de aceite, (escaso), una
retahíla de oraciones, apenas musitadas, unas estampas, una palmatoria y la luz
de unas mariposas en aceite y los hartazones de uvas en agraz, o de las
algarrobas para los caballos, quedaban solucionados.
Necesitaba
poco para vivir, pero lo poco que conseguía con su atípico trabajo, se gastaba
invariablemente en paquetes que mandaba a la cárcel de turno, donde su hijo
pagaba por pensar diferente
Para
el envío de estos paquetes, la lectura de las cartas recibidas del hijo y las
contestaciones pertinentes, utilizaba los servicios de un joven y amable vecino
llamado Matías, ya que Petra no sabía ni leer ni escribir.
Recibía
cartas o enviaba paquetes a las cárceles de Chichilla, Ocaña, San Miguel de los
Reyes en Valencia y últimamente desde el Valle de los Caídos.
En
las cartas que Matías leía, el hijo siempre relataba que estaba muy bien, que
el trato que recibía de los carceleros era exquisito y que últimamente, por los
trabajos realizados en Cuelgamuros, sus penas se estaba reduciendo
paulatinamente y pronto podría estar con ella.
Petra
“la maznahora” fue perdiendo vigor paulatinamente. Ya apenas se levantaba de la
silla, y cada vez eran menos los clientes y no por comer debidamente, más bien
porque las madres habían aprendido que con limón, un poco de agua y
bicarbonato, se conseguían parecidos efectos y algo se ahorraban.
Como
consecuencia, los envíos a la cárcel, se fueron espaciando dolorosamente.
Lo
que Petra no sabía es que su vecino Matías, que tampoco nadaba en la
abundancia, confeccionaba pequeños paquetes con elementales viandas, que
enviaba con alguna asiduidad al hijo encarcelado.
Un
frío día de invierno, Petra “la maznahora” murió. El día antes todavía había
tenido la claridad suficiente para escuchar de boca se su vecino, la última
carta recibida, donde comunicaba que en un plazo máximo de dos meses,
conseguiría la ansiada libertad. Quizás por eso murió con una sonrisa
bailándole por su ya definitiva quieta cabeza.
Pasado
bastante tiempo de su muerte, conocí los pormenores de esta historia y quise
saber del desenlace de la misma.
Alguien
que ahora no recuerdo, me presentó a Matías.
Yo
le alabe su gesto de mandar paquetes, a pesar de su precaria situación.
.-
Bah, no tuvo ninguna importancia. Además, no fueron tantos. El hijo de la
Petra, murió al poco de llegar a Cuelgamuros.
.-
¿Entonces?
.-
Era yo el que escribía las cartas que la “maznahora” ansiaba recibir de su
hijo.
Me
he acordado de esta historia, porque una de mis nietas está un poco molesta con
una mala digestión y sobre todo porque daría lo que fuera por tener un vecino
como Matías.
No conocía esa palabra ni ese oficio, así es que gracias por ampliar mi vocabulario.
ResponderEliminarLa historia me he emocionado ¡qué buena gente ha habido siempre entre los que no piensan como los otros...!
La buena gente aparece en los tiempos duros y también la peor, aquí tenemos ejemplos.
ResponderEliminarSaludos
Maravilloso texto Mi gran admiración
ResponderEliminarVaya! He leído tres libros de Almudena Grandes sobre lasu consecuencias de nuestra guerra civil y la dictadura posterior y, tu hermoso relato tiene mucho de superviviente y de héroes, no sólo por mantener la esperanza y el ánimo, sino por ser ejemplo de valentía.
ResponderEliminarUn fuertemente abrazo