Ayer, cuando de verdad empecé a
sentir el frío, de este invierno que inexorablemente me rodea, despedí por
última vez a mi amigo Eloy.
Sus hijas, me pidieron que hiciera
un pequeño panegírico para que alguien lo leyera,-yo no podría por mor de estas
lágrimas que aun no he conseguido secar-, en el acto de despedida.
Pobre escrito, para todo lo que en
verdad mi alma, recuerda, agradece y le debe, a este hombre de bien, que si
algo supo, en verdad, fue vivir.
Hay días que después
de enjuagarte la boca, queda sabor de ceniza, a pesar de que el primer sol del
alba venga con olor de claridades.
Hay días en el que las
guitarras ponen los trastes a media asta y arpegios de tristeza se hacen
“quejíos” de pena.
Días como este en el
que tú, Eloy, compadre, amigo, compañero de noches y testigo de viejas
añoranzas, decides dejar este mundo que se te queda corto.
Harto de escuchar
alondras que nos traigan el leve grano de nuevas emociones, harto de buscar
sueños nuevos que huelan a jazmines, harto de tanta “solea” que no deja de ser
grito que rompe los cristales, te has querido empadronar en ese sitio donde
solo habitan los “cabales”.
Y nos dejas, solos, sin
el norte de tu palabra, sin la brújula de tus recuerdos, sin la gracia de tu
memoria, con esta tristeza donde estallan las lágrimas y empiezan a perder
colores todos los arcos iris.
A pesar de todo, hoy
quiero recordarte, recordarme, conforme éramos en una tarde de domingo, de
cuando todavía no pesaban los años.
El café, la copa de
Anís del Mono y el calor de la amistad, en el viejo bar donde para mí, empezó
todo.
Me quedo con nuestra
risa de entonces, en la que no cabían ni tapujos ni trapisondas.
Me quedo con tu eterna
lección de amistad, con tu generosidad con todos los que conocías, con esa
ayuda siempre presta sin pedir nada a cambio.
En los viejos
anaqueles del tiempo del olvido, quedarán tus discos y tus libros, seguramente
olvidados, pero orgullosos de saber que te enseñaron que la vida está hecha de
amor y soledades, de pasión y esperanza, de sonrisas y desprendimiento.
Me queda la certeza de
que allí donde vayas, habrá un jardín arcadio, donde cada flor tendrá su
verdadero aroma, cada canto de ave su particular arpegio, las nubes solo
hablaran de amor, lejos de la triste soledad de los cipreses.
Para el que esto
escribe, “compadre”, amigo, compañero, solo le queda recoger un rastro de
suspiros que se amasan en lágrimas, precursor de tu definitiva ausencia.
Amigo Eloy, hermano
Eloy, estas son las palabras que nunca hubiese querido escribir, pero un deber
de amistad, admiración y gratitud, me obligan.
Debe de estar muy orgulloso allá donde esté. Aunque éstas palabras siempre deseamos no tener que escribirlas, te aseguro que has elegido las adecuadas y las que seguro que mejor definen a la persona que tanto has admirado, adorado... .
ResponderEliminarMe ha gustado mucho Juan y espero, que tus ganas de vivir sea mayor, que puedas vivir por los dos.
Un abrazo enorme,
Noa
No conocía a Eloy pero ahora es como si lo hubiese conocido.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Te mando un fuerte abrazo porque me consta que lo estás pasando mal, no te preocupes Eloy estará la mar de contento con todo lo que has escrito de él y sobretodo con el cariño con que lo has descrito.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Que duro es despedir a un amigo, no hay palabras suficientes para decir adiós, tu has encontrado muchas y seguro que le han llegado. Sabiendo del dolor, de dolores parecidos te abrazo fuerte.
ResponderEliminarA fe que son letras muy sentidas, Juan. Y entiendo muy bien qué se siente cuando pierdes a un amigo de los de toda la vida, pues hace un par de años tuvimos que despedir a uno de esos casi hermanos con los que se compartieron juegos de infancia y que luego continuaron la amistad a través de los años. En su caso fue un infarto fulminante, de la noche a la mañana. Repito, sentidas y muy emotivas letras las de tu escrito.
ResponderEliminarUn abrazo
Nunca se van del todo, siempre permanecen junto a las personas que han amado.
ResponderEliminarGracias por pasarte por mi blog.
Un abrazo.
Parisina
Qué emotivas palabras para un amigo. Con tu permiso al leerlas las he ido haciendo mías pensando en mi padre que se fue el pasado día 29 dejándome sin el norte de sus palabras, sin la brújula de su memoria y la gracia de sus recuerdos, como tú has escrito. Me he quedado sin colores. He llorado hasta dolerme esperando que ese dolor atenúe el que se ha instalado en mi corazón.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué emotivas palabras para un amigo. Con tu permiso al leerlas las he ido haciendo mías pensando en mi padre que se fue el pasado día 29 dejándome sin el norte de sus palabras, sin la brújula de su memoria y la gracia de sus recuerdos, como tú has escrito. Me he quedado sin colores. He llorado hasta dolerme esperando que ese dolor atenúe el que se ha instalado en mi corazón.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo siento mucho, Juan. No hay palabras para consolar.
ResponderEliminarSolo darte mi gran abrazo.
Llego aquí por primera vez y me ha emocionado leerte. Honda, sentida y hermosa despedida. Allá donde Eloy se encuentre escuchará tus palabras seguro. Saludos.
ResponderEliminarSiento mucho Juan tu pérdida, pero he de decirte que más belleza y más amor no cabe en esas palabras escrita para tu amigo. Ojala después de decirle adios a este mundo alguien escribiera algo así para mi.
ResponderEliminarUn abrazo con mi más sentido pésame.