VERSOS
EN EL MERCADILLO
Como
todos los jueves, el poeta montaba su tenderete en el mercadillo. Lo solía
poner al final, cerca del puesto del churrero, aprovechando la poco poblada
sombra de un pequeño árbol que tristemente había dejado de crecer.
Una
mesa, unos libros, cuadernos y un cartelón donde se podía leer: “SE VENDEN
VERSOS. PRECIO: UNA SONRISA”.
De
vez en cuando, alguna mujer, con la cesta llena de verduras, camisetas y
zapatillas, se paraba ante el poeta, decía su nombre y este le dedicaba unos
versos.
La
cliente sonreía y marchaba ufana, mientras metáforas, ripios y disonancias, se
mezclaban con las lechugas, pares de bragas y
gafas de sol para los nenes.
El
“negocio” iba bien, hasta que un día, se presentó la autoridad del municipio,
instando al poeta a abandonar ese espacio, ya que carecía de permiso, no estaba
dado de alta como comerciante y además, si no cerraba de inmediato, se le
denunciaría por traficar con divisas no autorizadas.
El
poeta, trató de rebajar la tensión, ofreciéndose a leer un poema gratis sin
pagar, o lo que es lo mismo sin necesidad de que el gesto adusto del agente
tuviese que cambiar.
El
policía, se lo llevo detenido, acusándolo, además, de tratar de sobornar a la
autoridad competente.
Las
cesta de la compra se sienten vacías de metáforas mostrando el peso exacto de una
vida repetida.
Se
acabaron, además, las sonrisas y solo se oyen las voces de los mercaderes.
Enfermo
de tristeza, el pequeño árbol de exigua sombra, terminó suicidándose del todo,
esnifando con fruición, los humos de la churrería.
Que triste que la autoridad que debe protegernos nos arrebate la libertad de versar. He disfrutado leyendo imaginando, he puesto los decorados y hasta le he echado un poco de agua al árbol. Un abrazo
ResponderEliminarCalle Ancha de la Feria, como era conocida por mis mayores, en ella nací, hace "taítantos" años. En mi entrada sobre el mercadillo de "El Jueves", hay diversas curiosidades, pero ninguna es triste y disparatada como el llevarse detenido al poeta pacífico...
ResponderEliminarREcurdo que en la "Plaza de los Carros", (Maldonado), había una tiendecita donde vendían libros en perfecto estado a módico precio...ya desaparecida, pero fue el germen de mi biblioteca.
¡Qué de bonitos recuerdos me has traido, Juan!
Te he reservado un trocito de tarta, ¿café o chocolate?
Besos.
La churrería nooooooooooo!!!!!!!
ResponderEliminar:-)
Un abrazo.
En un pais que vive unos momentos tristes, los versos y las sonrisas están prohibidas.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Juan, esta semana voy a intentar algo nuevo, así que comentaré tu relato desde la teoría de los contratos en mi blog.
ResponderEliminarAdemás te comentaré que me gustó, lo de que "las cesta de la compra se sienten vacías de metáforas mostrando el peso exacto de una vida repetida" me parece genial.
Eso sí, como funcionario municipal, compañero y amigo de policías locales, creo que pocos serían capaces de cometer esa arbitrariedad.
Un abrazo.
Yo quiero creer que, al final, el poeta del mercadillo leyó y leyó sus versos en la comisaría y los polis acabaron sonriendo y se humanizaron, y desde entonces cambiaron sus porras y esposas por bolígrafos y cuadernos de notas donde escribir poemas. Y los árboles se des-suicidaron :) Abrazo fuerte, Juan.
ResponderEliminarLa cultura nunca ha sido querida por las autoridades, aunque estas sean los guardias que vigilas el Mercaillo.
ResponderEliminarSiempre es un placer leerte y cuando adoptas tu postura reivindicativa más aún, por desgracia la cultura no está protegida nunca, nos quieren incultos para poder ser mejor manejados. Un abrazo
ResponderEliminarEl mercadillo de mi pueblo está los martes y los viernes. Y un poeta que conozco, lo conocí un martes. Pero fue en otro pueblo. Bueno, en realidad era un pájaro cantor...y voló. Quizás sea el de tu cuento. :)
ResponderEliminarUn cuento muy bonito pero prefiero el final que te cuenta diego. ;)
Un beso y una sonrisa regando el árbol (para canjear por otro cuento tuyo :)
Es que el mundo no está preparado ya para ese tipo de transacciones! Triste 😔. Un abrazo
ResponderEliminarComo díce Neo, este mundo no está preparado, no. Que pena no apreciar la belleza de la palabra.
ResponderEliminarUn abrazo Juan.