lunes, 23 de mayo de 2022

GRAN CIUDAD


 

Llegó a la gran ciudad

con un sueño joven brincándole en el pecho.

Atrás había dejado

un reguero rumoroso de estrellas,

el manso arrollo de aguas cristalinas,

un revoloteo de golondrinas

jugando con nubes de algodón,

la benefactora lluvia blanca y serpeante,

el cotidiano sendero de la hormiga.

 

Al poco tiempo,

buscando su sueño

se olvidó el eterno lenguaje de la tierra,

del sinuoso baile de la lagartija,

de la triste cardencha que adorna los senderos.

 

Y no es que le falle la memoria,

es que los días se le hacen eternos,

las noches solitarias y vacías de luceros,

las madrugadas sangrando de sirenas

y las aceras repletas

de fracasos, olvidos y de adioses.

 

Cuando pasea, siguiendo a su propia sombra,

que no lo lleva a ninguna parte,

busca en la ciudad el lugar propicio

para poner el nido donde poder calentar

la recién nacida tristeza,

encontrando todas las ramas ocupadas.

 

Un perro aúlla a una luna  inexistente

y las flores se decoloran

al  cansino ritmo de los semáforos.




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