Esta
receta es tradicional y viene repitiéndose año tras año en la Castilla hidalga
y provechosa de la que siempre presumimos los españoles.
Procúrese
que el sol, viejo y paciente, esté en todo lo alto, para que los dioses puedan
disfrutar con claridad del espectáculo.
Cojan
un toro indefenso, desamparado, un toro que rumia en el campo abierto brotes
verdes de libertad, mientras se acostumbra a la placidez de las tardes
silenciosas, sin clarines ni charangas.
Llévese
al toro a otro campo acotado por jaurías de jinetes que no dejan ver los
árboles y por lanzas que hacen que el sol se avergüence en reflejos de rabia.
En
el aire, denso de alcohol y polvo, comienza, como con un presagio de sangre
coagulada, a enrarecerse las horas que debían ser festivas.
Nerviosos
caballos piafan sujetos por la brida, mientras el amo sonríe en la grupa
enseñando su guadaña.
Los
mozos, ahítos de falsas leyendas ancestrales, maceradas con vino, moscas y
añejas epopeyas, se creen dioses y dueños de los universos, asumiendo el papel
de verdugos, para un animal que solo quiere vivir en libertad.
Creyéndose
adalides de viejos y polvorientos libros de aventuras, se ciscan en la
primigenia belleza de la placidez guerrera del animal arponeando con saña y
dibujando en su piel con la sangre derramada, el áspero dibujo de sus propias
frustraciones.
Mientras
el mundo toma nota de la medida de sus causas, del valor de sus anhelos, del
gris marengo de sus almas.
Y
cuando la tarde se ahoga en un hedor de muerte, sangre y vómitos, un caballero
(solo por que monta a caballo), termina alanceando a lo que queda de gracia, a
lo que resta de orgullo.
Y
los jóvenes de infantería, los que aun no tienen la posibilidad de ser jinetes,
se acercan pintureros a un toro ya vencido, mostrando su ridícula valentía ante un animal
indefenso y moribundo que en la negrura de su mirada, solo añora una
constelación de estrellas en una noche a campo abierto. A solas con la luna y
la libertad.
Y
para que quede constancia del poder del hombre ante el animal, los órganos
genitales de este, se publicitan en la lanza del que consiguió que el toro
supiese que al otro lado del espino no todo era tan bucólico.
Que a este lado de la razón hay corazones que solo se aceleran ante el
suplicio, el dolor y la muerte.
Que
a este lado de la racionalidad, hay quien mira para otro lado o es tan cobarde
que se esconde o bien en los votos o bien en las falsas tradiciones.
Si
hay que seguir estas tradiciones, yo prefiero un pueblo sin historia.
¿Qué
marca podemos dar al mundo si somos un pueblo que se refocila, admite y
consiente este lamentable espectáculo de cobardía y sangre?
Otras recetas, menos desagradables en el blog de Cass
Otras recetas, menos desagradables en el blog de Cass
Excelente relato que nos deja ver la amargura que un alma sensible es capaz de sentir ante este bochornoso espectáculo de hombres salvajes contra un animal noble con más sentido común que todos ellos.
ResponderEliminarSe agarran a la tradición para seguir tiñendo cada año el campo de sangre y dicen que las tradiciones son sagradas.Si ello fuera así, seguiríamos quemando infieles en las plazas públicas, seguiríamos dando garrote vil a los asesinos e incluso seguiríamos ofreciendo sacrificios humanos al dios sol, como hacían los aztecas. No saben, los ignorantes, que las tradiciones, si son crueles y antinaturales como esta, se deben desechar para que la humanidad vaya siendo cada vez más humana y menos salvaje.
Excelente Juan.Espero que alguno de estos años alguien con el poder y la vergüenza suficiente pueda poner fin a esta locura que ellos llaman fiesta.
Saludos.
Me ha encantado esta receta, la has "bordado" aunque sea a lancetazo limpio. Suscribo lo que dice Jerónimo.
ResponderEliminarAñadiré, porque ando muy quemada con las fiestas del pueblo donde resido ahora y lo referente a los toros que no solo ando quemada sino debidamente enfurecida. Lo peor de todo es que lo llevo claro: así es nuestro pueblo, lo más tradicionalmente descerebrado del mismo.... y mientras sean mayoría ..... nos representarán. Me pregunto cuantas generaciones se necesitarán para que cierta educación emocional básica surja efecto. Bueno mejor dejarlo aquí que me enciendo. Bss.
Gracias Juan por esta magistral receta bien desarrollada. Pero mas te agradezco aún por la parte final del relato. Con todo respeto por la amada -España, siempre aborrecí esos tremendos satánicos rituales, no llegan a mi entendimiento y no me avergüenza mi ignorancia. También desprecio en Argentina, por ejemplo la riña de gallos. ¡un saludo respetuoso y afectuoso!
ResponderEliminarsuscrbo una por uan todas las palabras de tu entrada. Has estado soberbio en tu denucia, que también firmo. Un abrazo de complicidad.
ResponderEliminarNo satisfecho con azuzar a sus semejantes para que se enfrenten entre sí, el humano es el único que disfruta imponiendo dolor a otra especie. Los demás animales matan para comer, no por placer.
ResponderEliminarHace años, un defensor de las corridas me espetó, burlón y orgulloso de su argumento, que sin esta afición, los toros se habrían extinguido... no entiendo esta clase de "protección" de la Naturaleza.
En mi pueblecito, tan encantador por otros aspectos, no hay fiesta que se precie sin esta salvajada que no se puede obviar pues (otro argumentazo) es la tradición... de allí, en parte, mi tradicional huida hacia la playa en esas fechas.
No soy nada futbolera pero ¡ojala algun día se reconviertan todos los ruedos en estadios!
Menos mal que la Marca España está también en otras prendas como la natación, por no poner más que este ejemplo.
Gracias, Juan. Abrazo.
Tordesillas, ciudad de los Reyes Católicos, ahora se erige como la auténtica conservadora de las tradiciones y de la verdadera esencia española... manteniendo sus viejas usanzas.
ResponderEliminarTus palabras perfectas
un abrazo
Eso es ya para acabar de rematar a la marca españa, y he usado las minúsculas adrede.
ResponderEliminarMuy buena aportación.
En su momento la Inquisición también era una tradición. No me explico como se puede justificar algo así diciendo que es una tradición.
ResponderEliminarLa hipocresía llega hasta el punto de que en Cataluña han abolido las corridas pero mantienen los "toros embolados" porque eso si es una tradición catalana.
Saludos.
Decía Émile Cioran:
ResponderEliminar"Contra la obsesión de la muerte, los subterfugios de la esperanza se declaran tan ineficaces como los argumentos de la razón: su insignificancia no hace sino exacerbar el apetito de morir. Para triunfar sobre este apetito no hay más que un solo método: vivirlo hasta el fin, sufriendo todas sus delicias y sus espantos. Regodearse en el sufrimiento del otro para sentirse vivo"
Y bien, Émile fue un filósofo muy oscuro, deprimente en muchos aspectos y, dicen algunos, profundamente cansado de todo. No en vano se le conoce, sobre todo, un librito llamado "Adiós a la filosofía". Yo diría que era el mayor nihilista que ha dado el pensamiento contemporáneo. Sobra decir que no me identifico para nada con esta visión de las cosas...sin embargo, acertó en la idea según la cual la sed de sangre y la fiesta basada en el sufrimiento de otro ser vivo es un síntoma claro de la decadencia de los individuos y de los pueblos que lo permiten y celebran.
Perfecta tu receta-crítica, Juan.
Juan con tu asumido permiso enlazo esta magnífica entrada en mi otro blog, el del "Otoño.... ", me ha gustado tanto.
ResponderEliminarPermiso concedido. Gracias.
EliminarUn abrazo.
El madeinspain, amigo.
ResponderEliminarEs un buen ejemplo de barbarie. Porque la ignorancia al dolor ajeno, sea humano, vegetal o animal, o lo que es peor, el regodeo, forma parte del español. Y de otros recovecos del planeta, pero yo diría que esos otros lugares no tienen el orgullo de jactarse de su mezquindad ni el alarde de ser parte del primer mundo.
En fin, un café, amigo.
La podredumbre de nuestra raza es una tradición ancestral, ignorancia, crueldad, cobardía...
ResponderEliminarMejor que tu lo has descrito, me es imposible hacerlo, bravo¡¡
Besos muchos ♥♥♥
La podredumbre de nuestra raza es una tradición ancestral, ignorancia, crueldad, cobardía...
ResponderEliminarMejor que tu lo has descrito, me es imposible hacerlo, bravo¡¡
Besos muchos ♥♥♥
No soy antitaurino, pero creo que debería ponerse freno a algunas de las maneras en que se realizan esos festejos. Esta que describes tan acertadamente es una de ellas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo peor, lo más añejo y bruto del temperamento dicho español, sale a relucir, o mejor a vomitar, en este festejo, cumbre de los instintos desatados, que no bestiales para no ofender al toro inocente.
ResponderEliminarAsí no hay manera de mirarnos a la cara como seres de lo llamado pensante. Tanta prohibición a destajo y se dejan prohibir vergüenzas brutales como esa.
Se me atravesó el rabo de toro y me encanta estofado.
Lo peor, lo más añejo y bruto del temperamento dicho español, sale a relucir, o mejor a vomitar, en este festejo, cumbre de los instintos desatados, que no bestiales para no ofender al toro inocente.
ResponderEliminarAsí no hay manera de mirarnos a la cara como seres de lo llamado pensante. Tanta prohibición a destajo y se dejan prohibir vergüenzas brutales como esa.
Se me atravesó el rabo de toro y me encanta estofado.
Primero un abrazo enorme por tus palabras en mi blog, porque se que vienen desde la indignación de un hombre integro, y un amigo que acoje. Gracias AMIGO con mayúsculas.
ResponderEliminarLa barbarie de este relato se extiende a través de toda nuestra geografía, no comprendo donde encuentran la diversión estos cretinos, uno a uno no serian capaces de enfrentarse a ningún animal de los que torturan y matan, y es que como siempre los cobardes se escudan en la jauría de la multitud para hacerse los valientes. Cosa que nunca han sido.
Es muy fácil escudarse en las tradiciones para emborracharse de Ego y hacer daño. ¿ Nadie les dice a estos que las tradiciones cuando son dañinas hay que cambiarlas ?
Lo peor es que educan a sus hijos en esa devastadora creencia.
Abrazo querido Juan.
La marca España es lo más ridículo de todo el planeta.
ResponderEliminarMuy inspirado, sí, un fuerte abrazo.
Hay tradiciones tan estúpidas como embrutecidas y embrutecedoras y la de el toro de la Vega es una de ellas.
ResponderEliminarSe me ha helado la sangre al leerte... realmente, pocas palabras me salen, así que me adhiero a las tuyas, razonables, humanas (aunque ciertamente, ya no sé si lo humano es digno de ser alabado) y sensibles, realmente sensibles (con esa sensibilidad que a otros les falta).
ResponderEliminarBesos!
Gaby
Una vez más: ¡Basta ya con tanta crueldad y tanta ignominia!
ResponderEliminarPienso que tu soberbia entrada es digna de aparecer en portada de todos los diarios nacionales. Tal vez sirviera para que algún descerebrado se diera cuenta de su ceguera.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encanta tu receta, la suscribo y la comparto, yo tampoco entiendo ni concibo una historia con estas tradiciones!!
ResponderEliminarUn beso!
Aplaudo tu receta-crítica. No me vale de nada el hecho de que amparados en la tradición, se siga prácticando estas y otras fiestas, en las que se causan sufrimiento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Reniego de todo festejo donde se tenga que siempre sacrificar a la belleza de los que no regala la naturaleza, para el disfrute de seres repugnantes.
ResponderEliminarQue terrible, Juan!!!
Así, siempre vamos descendiendo a la miseria.
Un gran abrazo :)
Solo una vez fui a una corrida de toros y fue suficiente para no volver, se debería prohibir, excelente tu critica/receta.
ResponderEliminarUn beso Juan
Importante y contundente texto para definir algo que todavía algunos (muchos) no entienden porque no les interesa. La gloria, el poder, moverse con gusto entre la sangre de otros y la mierda de unos es el único eslogan que reza en la susodicha y gratuita marca españa (lo de la minúscula es intencionado)
ResponderEliminarAbrazos bucólicos, como tienen que ser.
Un alegato contundente, escrito con crudeza y calidad.
ResponderEliminarUna participación que se agradece, por el claro mensaje y la calidad de tus letras.
besos
mea culpa. alguna vez me gustò ver por la tele una corrida de toros.
ResponderEliminarpero asi como usted lo argumenta, me he sentido cobarde y cruel. sabe? por su relato he sentido el olor de la sangre. pero no soy un ser repugnante, ni desciendo a la miseria como ha dicho cecy. es que siempre deseaba que ganara el toro. y a veces ganaba. confieso mi morbo. y mi contradicción.
por otra parte, admiro el idioma español otra vez en sus letras. los argentinos hemos hecho de ese lenguaje, otro. y aunque a mi lengua y a mis oídos le gustan siempre me deleita la gracia que ustedes le ponen al idioma.
saludos, Juan.
mea culpa. alguna vez me gustò ver por la tele una corrida de toros.
ResponderEliminarpero asi como usted lo argumenta, me he sentido cobarde y cruel. sabe? por su relato he sentido el olor de la sangre. pero no soy un ser repugnante, ni desciendo a la miseria como ha dicho cecy. es que siempre deseaba que ganara el toro. y a veces ganaba. confieso mi morbo. y mi contradicción.
por otra parte, admiro el idioma español otra vez en sus letras. los argentinos hemos hecho de ese lenguaje, otro. y aunque a mi lengua y a mis oídos le gustan siempre me deleita la gracia que ustedes le ponen al idioma.
saludos, Juan.
mea culpa. alguna vez me gustò ver por la tele una corrida de toros.
ResponderEliminarpero asi como usted lo argumenta, me he sentido cobarde y cruel. sabe? por su relato he sentido el olor de la sangre. pero no soy un ser repugnante, ni desciendo a la miseria como ha dicho cecy. es que siempre deseaba que ganara el toro. y a veces ganaba. confieso mi morbo. y mi contradicción.
por otra parte, admiro el idioma español otra vez en sus letras. los argentinos hemos hecho de ese lenguaje, otro. y aunque a mi lengua y a mis oídos le gustan siempre me deleita la gracia que ustedes le ponen al idioma.
saludos, Juan.