Se acabaron los días de
holganza dentro de este asueto perpetuo de viejo jubilado.
Han pasado los días
antiguamente santos y de penitencia, que
a la vera de este mar luminoso y azul, se transforman en una fiesta constante
de color y alegría y donde, apagado por el suave susurro de las olas, se oye un
eco lejano y apenas perceptible de oraciones, redobles y trompetas.
Uno, que ya no está para muchos
trotes, los ha disfrutado viendo jugar al sol a aquellos que todavía les quedan
sonrisas que gastar y olvidando viejas, interesadas y anacrónicas bulas eclesiales y los más reales
y peligrosos marcadores de colesteroles y trigliceridos, adentrándose en los
placeres de una gastronomía mediterránea que seguro habrá puesto alguna muesca
más en mi cinturón.
Lecturas, paseos al sol y
música han llenado las horas de estos días, otra forma de dar gracias a la
naturaleza y rezar por los dioses que hacen que los hombres seamos un poco
mejores, a pesar de la insistencia de algunos en poner notas de odio en la
suave sinfonía de la felicidad.
En los días de Pascua, hemos
conseguido un puesto de trabajo, en ese oficio tan en boga de abuelos canguros.
Hacía tiempo que no tenía un
trabajo mejor remunerado: una nueva pulsera de colorines, los arrumacos y
“achuchones” de mi nieta y los besos nacidos sin venir a cuento, cuando el
abuelo contaba cualquier historia. Y sobre todo el caliente tacto de su pequeña
mano, cuando se cogía a mí, para “ayudarme” a cruzar un paso de peatones,
seguramente preocupada por mis pausados andares, comprobando con alegría que se
cambiaban los papeles.
En estos días, una triste
noticia ha llenado las ondas y encomiables panegíricos han vuelto a sacar a la
luz la inmensa calidad artística de un pleclaro escritor que ha muerto.
Gabriel García Márquez ya no
está físicamente y en Macondo, mariposas amarillas le dan luz al triste otoño
de todos los patriarcas.
Yo me quedo con toda la
tristeza con la que acaba su portentosa “Cien años de soledad” y que ,
desgraciadamente, sigue siendo una triste realidad:
“Sin embargo, antes de llegar al verso final ya
había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que
la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y
desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano
Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos
era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a
cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Por el final, gran pérdida para las letras con mayúsculas. Y por el principio: de buen seguro disfrutaste con tus nietos, porque disfrutar en 3D de los que amas es lo mejor que un amigo le puede desear a otro.
ResponderEliminarEnhorabuena!!!
Un abrazo
Desde el jueves por la tarde que me entere de la noticia, hasta el cielo se puso gris y con tristeza fui llevando las horas posteriores.
ResponderEliminarMe alegra ese trabajo que tienes, es el mejor, y realmente con una paga que es la mejor de la vida.
Un abrazo :)
Querido Juan. La abuelitud es un estado de gracia.Yo muero de amor por mis nietos y pude darme el gusto de disfrutarlos a morir cuando chicos.Ahora están grandes y la osa es distinta. Tienen poco tiempo pero el lazo de amor que nos ata es indestructible
ResponderEliminarDos: No podría decirte el tiempo que llevo amando a García Márquez. Me he devorado TODOS sus libros. ¿Quién no lo ha amado ?... Yo moriré con su realismo mágico tatuado en mi alma.
..." y en Macondo , mariposas amarillas le dan luz al triste otoño de todos los patriarcas"...bellísimo
Un abrazo gigante...
Bonito homenaje a Gabo y su querido Macondo que tanto disfrutamos.
ResponderEliminarDisfrutar de los nietos seguro es de las experiencias maravillosas que se pueden experimentar Juan y en tu primera parte eso se percibe, me da gusto y la perdida de García Márquez, es de lamentarse.
ResponderEliminarUn abrazo Juan.
Pues sí.
ResponderEliminarBienvenido de nuevo al mundo de las rutinas :)
Un abrazo.
Un bonito trabajo, sin duda.
ResponderEliminarLo hombres como García Márquez nunca morirán, habitan en sus obras y allá los encontraremos a cualquier hora.
Saludos.
Repito mi comentario que se ha escapado por allí... :(
ResponderEliminarTe decía que los Grandes como Gabo nunca nos dejan del todo ya que podemos disfrutar de su obra en cualquier momento.
Y te decía también que tu estatus de abuelo es bien bonito y espero disfrutar de ello algun día.
Un abrazo y una sonrisa, Juan. :))
Me alegra volver a leerte.
ResponderEliminarGarcía Marquez no está con nosotros físicamente pero sí en la memoria, él nunca se irá.
D.E.P.
Un beso.
Grande Juan Luis, tu experiencia con tus nietos vista a través de tus ojos es absolutamente maravillosa. El final de la novela de Gabo un detallazo distinto de cuantos homenajes he visto.
ResponderEliminarSabes que?, creo que desde que te conozco no he faltado a mi cita contigo, ¿tendrá mucho que ver como escribes?, ¿como eres? ¿lo que dices?
Besos amigo ♥
tRamos
Un homenaje muy acorde e intenso. La equilibrada mezcla con tus sensaciones personales le da un toque más humano y más real. Aunque cueste creerlo y me avergüence un poco, aún no he leído Cien años de Soledad. Me queda pendiente.
ResponderEliminarun fuerte abrazo.
Me encanta cuando hablas de tu "abuelidad", se te cae la baba y con razón, los nietos son un lujazo. Cuando sean más granditos ya imagino les contarás de tus batallas literarias y de ese monstruo que fue, es y será Gabo.
ResponderEliminarUn fuerte fuerte abrazo