Hace ya mucho tiempo, pero recuerdo que me dijeron:
“ten cuidado con la vida, te suele poner muchas trampas”.
Atendí el consejo y nunca pasé por las puertas
donde ponía “prohibido”, a pesar de la tentación que siempre me producía esa
simple palabra.
Atendí lo que ordenaban los reglamentos y fui fiel
a la literatura, hasta la de los prospectos medicinales.
Seguí al píe de la letra aquello que aprendí en los
libros de urbanidad y traté de cumplir con la inacabable letanía de enseñanzas
de padres, maestros y sacerdotes, sin atender al peso de la mochila que me
endosaron.
Por miedo a preguntar, siempre estuve a un paso de
la ignorancia, quedándome al margen de todas las lisonjas y sin ningún
beneplácito.
Acaté las ordenanzas y creí en las engoladas
palabras de los próceres, porque siempre entendí que su labor era desprendida y
de servicio.
Fui leal a las normas y ordené a mi corazón, nacido
con alas de ave migratoria, que tenía que amoldarse a cada necesidad que la
vida impone.
Escuché con embeleso las palabras de los mayores y
ahora que me acerco a los ochenta, vengo a comprobar que en todas las etapas de
la vida se cuecen vaciedades.
Ahora que empiezan a desteñirse las efemérides y
solo me quedan minutos de descuento, me entretengo en meditar que, quizás por
todo esto, no completé la vida que debía.
Hubiera querido ser arena, para lavarme cada mañana
con espuma de olas y ser mimado con la suave pisada de niños que juegan.
Hubiese querido ser caliente brisa para besar la
piel y agitar los cabellos de la persona que amo. Estar tan cerca de ella, que
hasta pudiera meterme en sus sueños, para ser el único protagonista de sus
noches.
Me hubiese gustado ser clepsidra, para poder
beberme la vida gota a gota, sin sentir
el agobiante tic tac de los relojes.
Me gustaría poder restaurar el tiempo desvencijado
con remaches de versos y contrafuertes de esperanza, para poderlo llenar de
sueños nuevos.
Ser pañuelo para los que lloran libertades,
contenedor de sonrisas, para poder reciclar lo desencantos, perchero donde
colgar abrazos, taquillero de ilusiones de reestreno, recogedor de estrellas
fugaces,
Es triste escribir ahora este catalogo de sueños
incumplidos,
cuando
el partido se acaba.
A pesar de todo, os prometo seguir luchando, para
que en el tiempo que me resta, le pueda meter un gol al desencanto.
Por supuesto que nunca rendirse...si ya tenemos el NO, por qué no ir tras el SI?
ResponderEliminarHasta el final del partido todo está en el aire...y hay finales felices.
Besos.
Pues éste es uno de los goles más brillantes que he visto. Muchas vidas pasan prosaicas como las hojas de un calendario, y no son muchos los que pueden sentir tanta belleza en su vejez, así como si destilaran lo mejor de sí mismos tras todos los años pasados.
ResponderEliminarMe fascinó este escrito.
Un abrazo (que cuelgo en tu perchero ;)
Me reconozco. Fui niña/joven/esposa ejemplar pero cerca de la cincuentena y con asistencia de la biología, se me ocurrió vivir de otra manera, conforme a conciencia, pero rompiendo moldes obsoletos. Resultado: un incremento de amor, eso si, universal.
ResponderEliminarSi ya se que eres mayor pero siempre fui niña vieja, hija única de padres ídem. Doble carga de responsable precocidad.
He vivido muchas vidas, muchos niveles, muchos estilos, convencional y lo contrario. Completa.
Siempre se está a tiempo, basta con la actitud.
No dudo que le meterás, no uno sino muchos goles al desencanto, te queda mucho partido por jugar.
ResponderEliminarmira Juan. Yo voy por los 72. Y me arrepiento de haber sido una niña PERFECTA. Cumplidora de todas las reglas. Ahora, hago lo que puedo con lo que me queda.Pero ya no soy tan cumplidora. Aprendí a darme permisos. "Más vale tarde, que nunca "
ResponderEliminarUn abrazo gigante.
¡ Feliz domingo !
¿Y qué tal si aprovechas la lista y la transformas en cosas por hacer? ¡siempre hay tiempo, si acompañan las ganas!
ResponderEliminar=)
Aunque aún no sea tan mayor si lo soy lo suficiente para entenderte y para apreciar la lucidez, el buen sentido que desprenden tus palabras y aprender de ellas. Y además saborear la forma tan bella de contarnóslo.
ResponderEliminarBesos
Aplaudo tu valentía de mirar hacia atrás con la voz de la experiencia. No te conozco, pero seguro que no fue fácil tomar las decisiones que tomaste en cada momento. Eso sí, estoy seguro que lo hiciste pensando que era lo mejor. Eso creo que es lo más importante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo no veo triste escribir un catálogo de sueños incumplidos: al contrario, lo veo como una lista de algunos sueños que la prórroga te permite cumplir. Nuestra vida es una perpetua prórroga y tu partido no ha terminado. Y con tu lucidez menos aún.
ResponderEliminarUn abrazote grande.
Estoy completamente de acuerdo con el comentario de Framboise, por lo que no me repito.
ResponderEliminar¡Sigue jugando el partido, porque no ha terminado y eso es lo único que importa!
Un abrazo
Lo importante es tener siempre un proyecto, un catálogo de sueños por alcanzar. Hasta el último día de la vida lo más importante es saber que mañana hay un asunto pendiente. Me ha encantado tu catálogo.
ResponderEliminarUn beso
Me gustaría que marcases ese gol, en realidad estoy segura de que lo meteras.
ResponderEliminarUn abrazo Juan.
Tomo buena nota, de todas las bellezas que estan y los que no están en ese católogo, pero seguro, seguro si llego a pasar otros tantos años tendré un catálogo propio...espero no olvidar el tuyo.
ResponderEliminarBesos muy cálidos,
tRamos
Amigo y muy respetado Juan. Me gustan mucho tus reflexiones, sea en poema o en prosa; como "sea que sean" me dejan pensando....
ResponderEliminarCreo que a cualquier altura en que se interrumpa, la vida cuando se la vive intensamente, siempre deja cuentas pendientes y eso es muy gratificante. UN GRAN ABRAZO!
Le puedes al desencanto por tu alma de poeta, así que le ganarás muchas partidas.
ResponderEliminarBesos besos