Después de mi catálogo
de penas de mi penúltima entrada, es justo y necesario que seáis conocedores de
otras vivencias y sensaciones, que hacen que mi vida no sea tan oscura y doliente,
como parecía en mi escrito.
Tengo la gran suerte
de tener a mis hijas y a sus respectivos maridos muy cercanos a nosotros,
siempre pendientes de todos nuestros deseos y tratando de hacernos la vida lo
más agradable posible.
Como no tuve la
suerte
de poder conocer a ninguno de mis abuelos, y sabiendo ahora que lo soy, de lo
que me hubiese gustado tenerlos, nos volcamos con nuestras nietas y a fe mía,
que somos con creces correspondidos.
La mayor, Irene, con
sus 22 años y ya graduada en Ingeniería Civil, haciendo en la Universidad
Politécnica de Valencia, el preceptivo Master de dos años.
La pequeña, Macarena,
que no le viene a la zaga y nos inunda
con sobresalientes en su 4º de E.S.O.
Viajera empedernida y
con amplísimos conocimientos del inglés, está preparando su viaje a Canadá,
para el próximo verano.
Ni que decir tiene,
que cuando estoy con ellas se me olvidan los achaques y la vida me sonríe con
sus risas.
Habréis observado que
cuando hablo de ellas, utilizo el pronombre “nos”. Y es que no sabría aceptar
mi vida, si no fuese porque siempre siento a mi lado el aliento, la caricia, la
ayuda y el consuelo de mi compañera.
Nos consolamos, cuando
los achaques menudean. Nos ayudamos compartiendo, como uno solo, la vida que
nos toca vivir.
Reímos, siempre que la
ocasión lo merece y muchas veces, hasta cuando nos debería inundar la tristeza.
Sin ella, seguro que
la vida, mi vida, no tendría sentido y ese debería ser el motivo para no volver
a estar triste. Al contrario le tengo que dar gracias a quien corresponda, por
poder tenerla a mi lado.
Y luego está el mar.
Con su sola presencia dejan de flaquear las rodillas y se engrasan todas las
articulaciones.
Y los ojos y el alma
se llenan de luz, apartando a las sombras que el almanaque se empeña en
recordar.
Mirar, sino, la
fotografía que orla este escrito. Está tomada ayer mientras tomábamos el
aperitivo.
Tendré que abdicar de
la poesía, si es la que me obliga a regodearme en la tristeza.
¡PLAS, PLAS, PLAS!, ¡chapeau, Juan, Chapeau! Sí señor, ¡CHAPEAU! Esas cosas, por cercanas y cotidianas, son las más profundas y las que nos hacer tocar la vida desde la vida.
ResponderEliminarAbrazote de nuestra parte para vos, su amada y toda la familia. Y CHAPEAU de nuevo!!!
Pues si, eres afortunado. Seguro que os lo habéis trabajado.
ResponderEliminarCómo me ha gustado poder disfrutar de tus momentos, de tu familia, de tus emociones, desde lo más cercano, y eso es muy grande, amigo mío, que lo hayas compartido, eso sí es riqueza del calor familiar, que no hay otra cosa más grande que esa.
ResponderEliminarUn enorme placer poder disfrutar de esta entrada, tan cercana a ti, así como la imagen.
Besos enormes.
Juan, el mar es lo que a mi me falta, y aunque no está muy lejos, no es cuestión de recorrerse los 70 Km que me separan de él, si estuviera cerca, sería la felicidad completa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Toda vida es una mezcla de muchas cosas, vivencias, sensaciones. Y según nos pilla el momento de las musas (que son a veces muy puñeteras) escribimos con lápices de distintos colores. Ayer era un lápiz gris como lo tenemos todos a ratos. Y tu color de hoy es... muy muy bonito. Y nos muestras una familia bonita en sus momentos bonitos que a mí, personalmente, hoy me alegra el día. La felicidad existe. ;)
ResponderEliminarAh! Y ni se te ocurra abdicar de la poesía aunque sea con lápiz tristón. ¿vale? Más allá de su calidad literaria nos muestra TU esencia al acariciar las teclas.
Y nos hace más cercanos por encima de los cables. ;)
Besos y sonrisas :)
Ps. No sé lo que pasó con el "Pobre Martín"... espero que aparezca mañana. (aviso: triste canción... pero necesaria; aunque sea sólo para apreciar otras cosas ;)
Abdicar ¡jamás! Otra cosa es darle un pequeño revolcón :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
¡¡¡Bravooooooooooooooo!!!!!!
ResponderEliminarMe alegro muchísimo de que tú ´solo te hayas venido arriba porque todo lo que tienes es para eso y para mucho más y como trasfondo el mar... como te envidio, lo añoro tanto que de vez en cuano tengo que verlo, olerlo, sentirlo...
Me alegro de tu cambio pero te hago saber que aunque estuvieras aún de bjón, los amigos estamos aquí siempre.
Un beso.
Si todos tenemos muchas cosas buenas que contar, pero como dices la poesía a veces requiere recursos literarios. La fotografía es luz y vida y lo que nos cuentas es estupendo, disfruta de todo y sonríe al mundo que tienes mucho de que presumir. Un abrazo
ResponderEliminar¡Uy, qué bonita familia, chiquillo! Me alegra que tengas todas esas gratificaciones, así que deja la poesía tristona y ponte a contar cosas lindas de lo que te rodea. Un abrazo, que sepas que me has dejado contenta.
ResponderEliminarMuy hermoso, y que gran familia, así desde luego los achaques son mucho más llevaderos. De tal guisa, se olvida uno de los malos ratos. Me alegro de la familia tan fantástica que tienes, y si encima dices que no los tienes muy lejos, eso vale un imperio.
ResponderEliminarAbrazo JUAN.
Me encanta saber de esas niñas que van creciendo y avanzando, ya son muchos años conocíiéndonos por estos mundos, eran pequeñas cuando comenzabas en el otro blog y también me alegra que tu compañera siga a tu lado compartiendo vida. A veces se escribe poesía con pinceladas tristes pero no pasa nada, sigue escribiendo triste o alegre pero sigue. Nosotros ahora comenzamos camino solos, nuestro hijo se ha independizado, termino su carrera y su master y trabaja en lo suyo de manera que feliz y nosotros con él. Me alegra mucho todo lo bueno que cuentas.
ResponderEliminar¡Qué bien, Juan! Qué bien que disfrutes de tanto como tienes, de todo lo que has logrado.
ResponderEliminarDesde aquí, desde dónde el mar no se puede concebir, te mando un fuerte abrazo.
Yo creo que el Juan cotidiano (el de la familia feliz, el de los vinitos tomados frente al mar) y el Juan poeta (las mejores poesías han sido escritas en momentos de especial sensibilidad de sus autores) son complementarios. Se necesitan uno al otro, para satisfacción de sus (tus) lectores. La vieja barca de tu encabezamiento está varada y algo despintada, pero su hélice sigue en su sitio, bien brillante. Un brazo, Juan.
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