Hace unos días le puse a la tarde “quejios” de pena y hondura, escuchando el cante duro y profundo de los cantes de levante. Taranto, cartagenera, minera…
“En la mina se escuchó
El cante de una minera,
Por lo triste que sonó
¡que grande sería la pena
del hombre que la cantó!
Como uno es ecléctico por naturaleza, hoy he pasado una tarde disfrutando con la música de Lightnin Hopkins músico nacido en 1885 en una plantación al sur de Baton Rouge (Luisiana), muy cerca de esa Nueva Orleans donde se unen las raíces africanas y caribeñas y en un eterno Mardi Grass, y donde aquel “blues” que nació en las plantaciones se transforma en jazz cuando se viene a vivir la gran ciudad.
Pero Hopkins no pierde nunca las esencias y no acaba de desprender de su raída chaqueta el olor a flores de algodón que le acompañan. Desprecia contratos de giras con sueldos extraordinarios, para seguir siendo libre y cantar sus sentimientos en cualquier bar de la esquina, en un viejo salón de billar o entre cuatro entendidos en un mugriento garaje.
Oyéndolo, he comprobado como el flamenco y el blues son el mismo grito de raza oprimida que, cuando se hace daño en sus adentros más profundos, logran sacar sonidos bellos que le dan claridades a las sombras.
El blues y el flamenco están hechos con mimbres de miedos, exaltación, carencias y rabia. Ambos cantan al dolor, sin dejar de dar gritos de esperanza y ambos viven de la pasión que libera los sentimientos.
En ambos se da la nostalgia del dolor de lo que no se tiene, pero también la alegre esperanza de recuperar lo que les pertenece, poniendo los dos en común la inquebrantable idea de la libertad.
El canto dolorido de un minero del levante español y el blues desgarrado de un recolector de algodón de la sureña Luisiana, tienen los mismos sonidos e iguales arpegios de rabia y ansias.
Porque ambos cantan poniéndole letra al dolor y como dice el cantaor Fosforito en una “solea”, cuya letra es del poeta sevillano Rafael Montesinos:
“Que nadie se llame a engaño.
Todo el que vive por dentro,
por dentro se está matando”
Pero no todo es tristeza. El flamenco también conoce el sentimiento de la alegría y el “blues” se hace alegre en la ciudad (“jazz”) y luminoso y tremendamente vital en las iglesias (“góspel”).
Otra cosa que tienen en común el flamenco y el blues es que ambos necesitan de una especie de comunión telúrica entre el interprete y el que escucha, como un cordón umbilical que una los sentimientos y a la vez necesita un espacio pequeño, recóndito, al ser posible poblado de alcohol y humo, donde cada uno se hace interprete y actor. Que ya dijo el poeta:
“A todos nos han cantao
en una noche de fiesta
algo que nos ha “pasao”.
Escuchar al viejo Hopkins apoyado solo en sus sentimientos y esa vieja guitarra que siempre le acompaña, me ha dejado un regusto de viejas cadenas, de sonidos oscuros y cantos ancestrales, lo mismo que si escuchara a Raimundo Amador y es que como decía Miles Davis: “el flamenco es como nuestros blues” o lo que es lo mismo el blues es el flamenco del negro.
El cineasta Julio Diamante, tan dilecto conocedor del “jazz” y el “blues” como del flamenco dijo en una memorable frase: “a la distancia de un grito, nacieron el blues y el cante”.
Perdonar estas digresiones a vuela pluma que nacen de unos sentimientos tan a flor de piel, que no tienen más remedio que escapar por los temblores calientes de las letras.
Excelente entrada. Ten en cuenta que son dos pueblos oprimidos ue les sale el grito de las entrañas
ResponderEliminarBesos alegres y bullangueros wue te veo nostalgico.
Buenos dias Juan L: Trujillo: ignoraba que supieras tanto de música clasica. Porque si viene de tan antiguo y permanece, ya se ha ganado el título.No conocia, el como y el porqué, y tu me lo has aclarado un poco, ya que yo de este particular no sabia nada de nada.
ResponderEliminarMis fuentes han bebido solamente de las aguas del barroco, y ciclos posteriores hasta la ópera. Gracias por tu ilustracion
El flamenco, el blues, el fado, las baladas de mi Bretaña ;)... tantos sonidos que expresan maravillosamente el lamento del que sufre... Para disfrutar sí pero para escuchar en pequeñas dosis para mí, para no dejarme impregnar en exceso de melancolía.
ResponderEliminarUn abrazo con sonrisa para alegrarte un poco. :)
Es el blues una de mis músicas más preferidas y precisamente empecé a conocerlo en mi juventud (hace tanto...) gracias a L. Hopkins, dolorido, elemental, pleno de sentimiento.
ResponderEliminarYa va conmigo para siempre.
Un abrazo enorme