BIENAVENTURADOS
( Microrrelato)
.-Bienaventurados
aquellos, que al volver en vacaciones a los pueblos en que nacieron sus
ancestros, comprueban que allí todavía no han instalado un Mc. Donald ni un Lidl y pueden comprar cada día los “avíos” para una
buena comida, en ese establecimiento de la esquina, cuyo dueño, llamado, por
ejemplo, Vicente y con el sobrenombre de, pongamos, el “Cuatrodedos”, (ya no utiliza la cortadora de fiambre), es conocido
por todos.
No hace promociones ni
rebajas, pero si hace falta te mete en la trastienda y te prepara al momento un
tomate de la huerta en trozos, con unas tiras de bacalao y un chorreón de aceite, acompañado
de uno o varios “tientos” a la bota, para celebrar tu llegada, al tiempo que te
pone al corriente de los más importante del pueblo acaecido en el tiempo que tu
faltas.
La verdad, no hay
color….
Creo que van quedando pocos pueblos a los que regresar, por reencontrar la patria de la niñez. Todo ha cambiado tanto, que cuando logras llegar a uno de los de verdad, casi hay que quitarse el sombrero y admirar, sin más.
ResponderEliminarAyer creo que era, decían de farmacias de pueblo que cierran, por falta de negocio. Hablaban de panaderos de reparto diario, y de pescado o carne semanal. Hablaban de pueblos que dejarán de serlo ya mismo, dejando un hueco en la memoria. Un abrazo, y por un viernes perfecto
Bienaventurados los pocos que encuentran sus pueblos como los dejaron, los tenderos han hecho reforma y han puesto pago con tarjeta, y por las calles se ven pocos niños, las mujeres no se sientan en las sillas bajas en las aceras, prefieren ver la tele sentadas en el sofá comprado en IKEA, mientras sus hijos que han venido de vacaciones estan aburridos porque no tienen Wifi. Un abrazo con añoranzas
ResponderEliminarEfectivamente, no hay color. O sí... Y precisamente este es el color :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues tú lo dices muy bien y Ester lo completa, que voy a decir yo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Reservas de esas quedan bien pocas. Nos queda la añoranza.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Ay, amigo, Juan! Que poquitas tiendas de ultramarino quedan en mi pueblo, yo diría que tres o cuatro, sobre todo en mi barrio de Moratalaz. Y además abren hasta las mañanas del domingo por si a mi madre se le ha olvidado comprar una lechuga.
ResponderEliminarTe diré que me encanta ir de compras a mi pueblo, ese paseo lento entre las fachadas de piedra por la calle de las tiendas y pasar a comprar un abanico para regalar en casa de Gabino o alguna madeja de hilo"anca" Matamoros, seguro que allí encuentro el color que necesito y además a buen precio.
¡Qué te voy a decir yo de las tiendas de mi pueblo!
besosssssss
Qué verdad más grande. El hipermercado mató al pequeño comercio donde siempre me daban una galleta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aunque soy de ciudad, lo recuerdo, ¡¡que mayores somos!!.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es muy cierto lo que narras y la fotografía lo dice todo. Ya nada perdura de esos pequeños comercios, hoy las grandes empresas han desterrado al abismo, a estos comercios que marcaron una etapa de nuestra infancia. Genial el microrelato, felicitaciones
ResponderEliminarUn abrazo
Bienaventurados sean!
ResponderEliminarAunque no creo que haya ningún pueblo de esos como no sea perdido en las montañas leonesas.
Por desgracia, en mi pueblo ya hay un Mercadona y un Lidl. Pero rebuscando en la parte antigua aún se pueden encontrar bares como el 33, con barra de zinc, fotos demacradas en las paredes, camarero Paco de toda la vida, y donde te siguen dando unos michirones y una torta de boquerón como se hacían en tiempos de mi abuelo.
ResponderEliminarInteresante tu micro, que nos remite a años atrás y sentimos nostalgia y mucho cariño por todas esas tiendas que han dejado de ser en nuestros pueblos...Menos mal que aún quedan sus gentes, sus costumbres, sus comidas y tertulias, que aún disfrutamos cuando vamos...Un placer leerte y renovar recuerdos, Juan.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz fin de semana, amigo.
Las tiendecitas del barrio, regentadas por un matrimonio de edad mediana, con la vivienda en la primera planta, de trato amable y cercano, que sabía si teníamos a la abuela delicada, si los críos hacían travesuras jugando en la calle y le advertía a los padres ¡Igualito que ahora! Sí, ya sé que todo evolucionza...
ResponderEliminarMagnifica y añorada entrada.
Un beso.
Si, es hermoso volver al pueblo y ver que no a cambiado mucho, un relato muy bonito, saludos.
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