La cafetería del
céntrico barrio de Madrid, estaba a rebosar a aquella hora de la mañana.
A pesar de que Enero,
empezaba a hacer de las suyas, la
temperatura dentro del local era agradable.
En una mesa, una
pareja charlaban delante de unos humeantes cafés descafeinados y unas tostada
integrales.
.- Javier, qué tal las
vacaciones en el pueblo de los abuelos?.- preguntó
la chica.
.- Bueno, ya sabes.
Poca fiesta puede haber en un pequeño pueblo manchego de menos de 2.000
habitantes.
Muchos paseos, algunas
visitas familiares, donde por cierto, siempre había una mesa preparada, con contundentes
aperitivos y jarras de buen vino.
.- Pues no se te notan
mucho los kilos.
.- Mujer siempre trato
de cuidarme, aunque esta vez me ha resultado casi imposible. Eran demasiadas
las tentaciones.
El día de la
despedida, nos juntamos un grupo de familiares y amigos en la bodega del
abuelo, para hacer un almuerzo tempranero.
Unas gachas, con
torreznos, chorizos y lomo, con sus correspondientes guindillas picantes en
vinagre y un “no parar” de vino de la tinaja a la mesa.
Y de postre, mostillo,
“flores” y “barquillos” de la cochura de la abuela.
Cuando quisimos darnos
cuenta se nos había echado encima la hora de la comida.
Avisados, y sin duda
con afán de festejarme, se presentó mi tío Fernando, con la mujer y los hijos.
Venían bien
pertrechados con dos tarteras de pisto, tres tortillas, dos kilos de chuletas de cordero y cuatro
piernas de cabrito recental.
Uno de mis primos, un
cachondo mental, preparo como aperitivo, lo que él llamó una fuente de
“Delicias del Cantábrico”, o lo que es lo mismo lomo, costillas y chorizo de
orza, con el colofón ornamental de triángulos de queso manchego en aceite.
Tengo que decir, que
entre las risas, las conversaciones y el trasiego del vino y que la familia es
bastante numerosa, no quedaron ni huesos para los perros.
Y debo confesar que
dejé el pabellón alto. No llego a entender como los parientes y amigos de mi
edad, pueden conservar tan dignamente su físico, con esa comidas
pantagruélicas.
Y no es eso lo malo,
es que el coche de vuelta ha venido lleno de hogazas candeales, cochura,
matanza, harina de guijas, quesos, “manoletes”, “miguelitos”, “almendraos” y más cosas que ahora no recuerdo.
.- Pues ándate con cuidado
que tu novia te va a tener a raya.
Una vez pagada la
consumición, ambos abandonaron el local y cruzando la calle llegaron hasta una
puerta con una placa al lado donde podía leerse:
Me pregunto: ¿abrirá
el endocrino despacho en el pueblo del abuelo?. O mejor lo dejará como una
reserva de placer, para los días vacacionales.
Más cocina de la memoria en el blog de Leonor
Jajajajaja no he parado de réir, pero el final ha sido apoteósico, me ha hecho recordar a un amigo médico que lo trasladaron al Valle de los Pedroches, tierra contundente en el comer, y creyó que algo fallaba en los análisis del colesterol porque todo e mundo lo tenía disparado y ¡claro está! lo que fallaba era la condumia, jejejejeje
ResponderEliminarY a los pacientes planchita y verduras. "Tú has lo que yo diga pero no lo que yo haga". Muy bueno ese final que me ha hecho reír. Creo que de leer todos esos platos tan deliciosos que has mencionado he engordado un kilo al menos, ya veremos que me dice la dietista el jueves cuando vaya a pesarme.
ResponderEliminarGracias por tu participación. Un abrazo.
jaja esos son los que después recomiendan comer liviano!... desgraciados hipócritas! jeje
ResponderEliminarUn excelente y divertido relato, Juan. Te diría que casi engorda de sólo leerlo! jaja
Un abrazo
¡Que hambre por diosssss! Mientras el endocrino y la nutricionista miran para otro lado, voy a corregir mis redondeces con las delicias del cantábrico, del mediterraneo o del atlántico jajajajaa.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues seguro que ya la han puesto y es un riesgo de que desaparezca esa forma de comer, que es una manifestación cultural, aunque creo que la comida más bestial que he probado ha sido el gazpacho manchego.
ResponderEliminarEso sí, repetiría, jeje.
Un fuerte abrazo.
Me ha encantado el final de tu relato jajajaja, me ha hecho reir, amigo Juan, muy bueno.
ResponderEliminarUn beso.
Hola amigo: Caramba con los desyunos tepraneros y las comidas en su hora. Por ahí comeis como carpantas.No es de exrtrañar que proliferen y se pongan ellos también las botas,con vuestros excesos.
ResponderEliminarPor cierto de los platos que nombras, no conozco ninguno. Me tendràs que dar la direccion de tu abuelo. Un abrazo grasoso.
Queia decir que proliferen mucho los despachos de los nutricionistas y de los endocrinólogos. Disculpa la distracción.
ResponderEliminarHola, Juan.
ResponderEliminarUn relato lleno de manjares, apetitosamente muy bien ambientado. El final fue arrollador. Mientras ellos disfrutan de todas estas maravillas, a nosotros nos prohíben de todo! Genial, Juan.
Beso
Hola, Juan.
ResponderEliminarUn relato lleno de manjares, apetitosamente muy bien ambientado. El final fue arrollador. Mientras ellos disfrutan de todas estas maravillas, a nosotros nos prohíben de todo! Genial, Juan.
Beso
Y es que como las comidas del pueblo ninguna. Aquí en la ciudad no encuentras cosas tan ricas.
ResponderEliminarUn abrazo
No hay nutricionista que valga... que yo me quedo con esas vacaciones de gourmet!
ResponderEliminarBesos.
Que monton de recuerdos en cada uno de esos platos, mi preferido el queso manchego ese bien curadito en aceite, creo que ya lo comia antes de caminar. Por cierto el año pasado que en el huerto tibe superavit de uvas logre hacer un mostillo que nos supo fenomenal. Gracias por tu aportación que me ha llevado de golpe a mi infancia, besos.
ResponderEliminarQue monton de recuerdos en cada uno de esos platos, mi preferido el queso manchego ese bien curadito en aceite, creo que ya lo comia antes de caminar. Por cierto el año pasado que en el huerto tibe superavit de uvas logre hacer un mostillo que nos supo fenomenal. Gracias por tu aportación que me ha llevado de golpe a mi infancia, besos.
ResponderEliminarCreo que no, para evitarse las tentaciones, para evitar darle un mal ejemplo a sus pacientes.
ResponderEliminarBien planteado lo del dialogo. Y la revelación del lugar de ese dialogo.
Creo que no, para evitarse las tentaciones, para evitar darle un mal ejemplo a sus pacientes.
ResponderEliminarBien planteado lo del dialogo. Y la revelación del lugar de ese dialogo.