martes, 11 de diciembre de 2018

ELUCUBRACIONES DE UN ESCRITOR CANSADO






Sintió preocupación cuando sus amigos lectores le empezaron a decir, que lo último que escribía estaba amasado con el sabor de la tristeza.

Convencido como estaba  de no ser un buen escritor, le preocupaba bastante los sinceros comentarios que con cierta asiduidad recibía de sus escasos, pero avispados lectores.
Cada mañana se miraba en el espejo y obviando las arrugas de su cara, creía ver el mismo brillo en sus cansados ojos y la misma determinación en su mirada.

Pero la noche, con su constante tormenta de relámpagos en las articulaciones, le anunciaba a su cuerpo que no todo iban a ser facilidades.

Su aventura diaria de coronar un “ochomil”, consiste en  ponerse unos simples calcetines, sin que sus caderas muestren doloridas sus protestas.

Su matinal paseo, había ido menguando en el tiempo, según pasaban los calendarios. De hecho buscaba en el corto espacio de esos paseos, que hubiese algún banco, donde poder mitigar el diario dolor de sus rodillas, esas puñeteras que le hacían vacilar a cada paso, trastabillando también su pensamiento.
Y alguna cafetería donde pudiese descargar los excesos de una próstata averiada y tomar un café descafeinado, tan sin sabor como empezaba a ser toda su vida.

Cuando se sentaba delante del ordenador, con la ilusión a flor de yema, cada cierto tiempo era obligatorio mirar el reloj,  levantarse del sillón, para desentumecer las piernas, que se las notaba flácidas y sin fuerzas.

O el suplicio de esa palabra necesaria para redondear el poema, esa palabra definitiva que él sabía que existía, pero que jugaba a esconderse entre los arrugados pliegues de su cerebro y juguetona le llegaba a la mente, cuando ya no había solución.

Como es natural la casquivana inspiración, no tenía porqué saber, de estas limitaciones y de tantos paréntesis en la escritura.

Si leía a los demás, era cuando en verdad era consciente de sus limitaciones físicas e incluso literarias.
Viajes, vividas sensaciones, costas, pinares, arroyos, montañas,… todo aquello que tanto le gustaba y ahora ya no podía repetir. Tabernas, tablaos, teatros, y conciertos, de eso ya ni se acordaba.
Quizás por eso, le era necesario hurgar en los recuerdos, restándole a sus escritos la frescura y la espontaneidad que tanto admiraba en otros.

Olvidaba todos esos pensamientos y como cada día iniciaba su ritual diario para con la poesía, tratando de olvidar calambres, vacilaciones y resabios.
Mas no podía evitarlo, por mucho que le dijeran sus escasos lectores, un cierto regusto de tristeza, un rimero de sueños no conclusos, un amargo sabor a impotencia, se le aparecía en el teclado.

Notaba ya, que como él mismo, sus estrofas eran irremediablemente antiguas y denotaban la falta de la alegre sonoridad de una juventud y una viveza que ya nunca volvería.

Entonces empezó a pensar, si merecía la pena seguir…




9 comentarios:

  1. Sí quieres mi opinión, yo creo que sí. Es más, pienso que es importante que siga este cansado escritor.
    Un abrazo.

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  2. De pronto, he recordado a nuestra amiga argentina, Juan...La he visto sonreír, mientras te leía y estoy segura que te envía todo su ánimo e inspiración para que sigas escribiendo. La vida nos prueba a todos y nos quiere fuertes de espíritu y generosos, como tú eres. Asi que esperamos seguir leyéndote aún mucho tiempo.
    No te cierres en una idea,hay muchas formas de ver y sentir el paisaje, amigo...Lo sabes.
    ¡¡ARRIBA ESA AUTOESTIMA, NO ESCUCHES A TU MENTE, ES TRAICIONERA Y NOS RETA...!!
    Mi abrazo y mi ánimo, poeta.

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  3. Dicen que el poeta es un fingidor y espero q así sea y , por si te sirve de algo, ya somos dos pues lo firmo letra por letra.

    Un abrazo.

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  4. Hay que seguir hasta el final, como aquel titulo de película del oeste "Morir con las botas puestas".

    Un abrazo.

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  5. Quien tuvo retuvo, y cuando se ha tenido mucho lo poco duele, aquí es donde hace falta una mirada positiva alejada de la exigencia personal. Sin comparar, que no me gusta, estoy recordando escritores que nunca se rindieron, algunos dictaron sus historias ante la imposibilidad de escribirlas, otros se apoyaban en manías, puede ser recomendable sin llegar a la de Edith Sitwell.
    Un abrazote

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  6. Merece la pena seguir... es posible que la cubierta tenga algunas goteras, a los jóvenes también se les filtra el agua; pero hay que ejercitar la mente, y la voz de la experiencia nunca puede faltar.
    Un abrazo muy fuerte.

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  7. Siempre merece la pena seguir, aunque a veces se quede la mente en blanco, aunque parezca que solo hay tristeza en las letras. Hay que intentarlo y al final surge un bonito relato como el que has escrito.
    Un abrazo y adelante siempre.

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  8. Mientras la mente no nos gaste malas jugadas, es tiempo para seguir. Hasta el final. Porque ejercitar las neuronas nos sigue haciendo que estén vivas.

    Un abrazo grande. Feliz día

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  9. Pues no, no lo había leído, ¡menos mal! porque si no te echo la bronca con la confianza que me da ser lectora asidua tuya. Es ahora que ya han pasado dos meses y me he encabronao leyéndote...
    ¿Dejarlo? ¡ni se te ocurra!, si no lo haces por ti, que es por quien lo debes hacer, hazlo por tus incondicionales que somos muchos, así es que ya sabes...
    Los achaques son síntomas de que estamos vivos, así es que p'alante como los de Alicante.
    Un beso grande.

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