LOS
ÚLTIMOS DISCOS DE VINILO
(Microrrelato)
Aquel hombre lo tuvo
todo, o al menos eso era lo que el mundo
pensaba y el mismo creía.
Tuvo honores,
riquezas, mujeres a las que supo atender todos sus caprichos y una gran pasión
para muchos desconocida: amaba la música y
el “jazz” sobre todo, con la
misma pasión con la que un saxo suele acariciar el alma.
Pero la vida, esa
calle de una sola dirección, pero con multitud de recovecos en la que no puedes
dar un paso atrás, cambió en un recodo de su existencia y todo se fue
desmoronando, con la misma rapidez con que se desmoronan las promesas.
Cuando ya no le
quedaba nada, cuando sus “amigos”, le
mostraban su afecto y dolor, comprando a
precio de saldo sus últimos cuadros, sus libros, sus discos de vinilo y todo
aquello que les fuera rentable, cuando supo que ya no podría volver a escuchar
el piano de Thelonious Monk, ni la trompeta de Dizzy Gillespie, se puso a
pensar que ya nada valía la pena.
El día que vendió los
últimos discos de Billie Holliday para poder comer un bocadillo y dejó de
escuchar su desgarrada voz transida, cantando “Strange Fruits”, recordó una frase de un poeta y escritor catalán
llamado José Palau, leída hacía ya tiempo:
“El
suicidio es la ausencia total de música"
… y obró en
consecuencia.
Joder, que final tan cierto.
ResponderEliminarNos están robando todo, incluso la música diría yo, porque la mierda que se oye por ahí no se puede decir que sea música.
Así que estamos abocados al suicidio colectivo, que es precisamente lo que estamos haciendo.
Un abrazo.
Un escalofrío me ha recorrido la espalda aun esperando el único final posible. Recuerdo los de mi tío y lo que pesaban; en el relato citas a grandes de la música del siglo pasado pero que ocupan un lugar de honor por los siglos. Maravilloso aporte Juan. Abrazucos
ResponderEliminarMuy triste pero muy cierto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Juan, es triste el relato pero tan real como la vida misma, mientras se tiene aparecen "amigos" por todos los lados, cuando aparecen los problemas se ve quien es de verdad el amigo y aun así muchas veces ni eso.
ResponderEliminarTengo también mis discos de vinilo que traen buenos recuerdos:)
Besos.
Se veía venir, cuando las notas de un pentagrama se caen y ya no hay fuerza para ponerlas en el atril, la vida se vuelve aburrida y solo quedan resquicios de aquellas melodías inolvidables.
ResponderEliminarTriste pero lógico.
Un abrazo.
Tan dramático como la vida misma. O te adaptas según te va viniendo la vida y le vas haciendo frente y acomodándote a ella, o al final te puede sin salida alguna.
ResponderEliminarMagnífico tu relato. Me quito el sombrero.
Y dejó de pensar porque ya nada valía la pena.
ResponderEliminarVuelven los vinilos, parece que se han dado cuenta que no se puede olvidar que hay cosas buenas que duran toda la vida.
ResponderEliminarRelato triste, triste, tan triste como esa voz desgarradora.
Besos, Juan
Muy buen relato y un final impactante aunque no había otro.
ResponderEliminarBesos
Muy triste relato Juan. No sabemos que nos depara el día siguiente y que tristeza desprendernos de esos tesoros que son los discos de vinilo. Pobre hombre. Que final tan triste en su vida......Saludos amigo.
ResponderEliminarQue fuerte!!! Vivo con un amante del jazz y no me lo imagino sin escuchar a Chez Baker y a tantos otros. La musica es pura vida comprendo el final de tu protagonista. Besos.
ResponderEliminarUn relato perfecto, inmortalizado en vinilo
ResponderEliminarMe ha gustado. Un abrazo y feliz viernes
Buen relato Juan. Profundo.
ResponderEliminarAbrazo.