Aquella joven, hija de
acróbatas, nieta de payasos y hermana de malabaristas, cansada de no tener
un sitio donde volver, acuciada de
tiempo y espacio para sus diarias trasformaciones, empezó a comprobar que
mientras en el escuálido camerino de la roulotte, el espejo picado y sin azogue
le devolvía una imagen cada vez más crispada de facciones y menos propensa a la
diversión.
Harta del
requerimiento del maestro de ceremonias, para la presentación y cuando las
cosas iban mal dadas, por cualquier inesperada contingencia, harta de soportar
las miradas, las bromas y las soeces insinuaciones del lanzador de cuchillos,
antes y después de sus lanzamientos que ya no temía, por la costumbre, pero que
no soportaba por las miradas lascivas a sus piernas y escote, harta de una vida
tristemente repetida y sin los anclajes suficientes, decidió fugarse con un
mozo del último pueblo donde fue montado el circo, joven que fue contratado
para múltiples faenas, tales como dar de comer a las fieras, repartir
propaganda, desmontar y montar las carpas e incluso ya había hecho pinitos como
caballista en las cabalgatas que anunciaban la llegada.
Hoy son felices y
regentan, en un pueblo de la España vaciada un local medio taberna, medio
biblioteca, medio droguería, donde han incluido una mesa de billar y… dos
blancos para lanzar flechas a la semejanza de los pubs británicos.
Hoy sus hijos juegan
en el campo subiéndose a los árboles, montan en los borricos de los amigos, y
son perfectos lanzadores con honda.
Todos disfrutan de la
vida y se sienten contentos de pertenecer a un sitio al aire, al sol y a las
estrellas reales y no pintadas.
Una alegre charanga de
ladridos, gallinas, alondras, torcaces, mirlos, petirrojos, ruiseñores,
jilgueros y el contrapunto grave y persistente de algún rebuzno, los despiertan
cada mañana, con esa rara y cada día distinta sinfonía que solo en la
inmensidad del campo puede ser escuchada…
… Ahora es cuando se
sienten plenamente felices y son capaces de hacer felices a los demás.
Hermosa historia.
ResponderEliminarUn saludo.
No me extraña que sean felices, me alegro que tomaran ese camino. Qué historia más hermosa Juan. Besos :D
ResponderEliminarEra valiente. Acostumbrada a los peligros de las puntas voladoras, se armó de coraje para romper cadenas generacionales y mandar la vida del circo a hacer puñetas. Mirar a lo alto y no ver una lona remendada, sino cientos y miles de guiños estelares cuyos colores esperan ser descubiertos.
ResponderEliminarAhí los tienes, llegado un momento encontraron la felicidad sin proponerselo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para regalar felicidad se tiene que ser feliz, sin artificios, ni engaños, sin disfraces y ni previo cobro de entrada; el mundo es maravilloso cuando podemos hacer lo que nos gusta. Un abrazo
ResponderEliminarMe estás pintando la vuelta al paraíso. ;)
ResponderEliminarUn abrazo.
Estamos aquí para ser felices y hacer felices a quienes nos rodean y hay que cumplir con ese deber y cada cual lo busca donde cree que está, aunque haya que ponerse al mundo por montera, como hizo tu protagonista.
ResponderEliminarUn cuento bonito que empieza con desgracia y acaba con felicidad.
Un abrazo.
Las historias relacionadas con el circo me conmueven, especialmente cuando están tan bien contadas.
ResponderEliminarUn abrazo, Juan.
Es una historia preciosa, sea o no real. La libertad y el aire, para feriantes y familias circenses, son como el pan, no pueden ser felices sin ellos.
ResponderEliminarUn abrazo, Juan. Feliz finde
Una historia reconfortante, Juan, el contacto con la naturaleza y la vida sencilla es impagable, un abrazo!
ResponderEliminarUna historia redonda, donde vemos la evolución de la protagonista, que pasa de sentirse cansada y ciertamente esclava en el circo, a la libertad del campo con sus elementos sencillos espontáneos y verdaderos...Mi felicitación por su claridad, su ritmo ameno y su final feliz, que nos deja una buena sensación de paz, Juan.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable y feliz fin de semana, compañero poeta.
Una historia natural... Bien relatada al darle ese aire de vivencias mil, como cualquiera de nosotros, con un final feliz.
ResponderEliminarHay una cita en tu relato que, entre otras, destaca: "...la falta de anclajes..."
Profunda realidad en la vida de muchos.
Gran abrazo Juan.
¿Historia real? Me gustaría pasarme por ese local-taberna-biblioteca y tomarme un belmonte. Y ver a esos niños jugando en la era, entre paja y olor a acémila, como ya hacía en la finca de mi abuelo.
ResponderEliminarUn abrazo, Juan.