Sentado al borde de la
acera
espero que sean otras
luces
las que ordenen los
pasos de las gentes.
Me cansan los colores
repetidos
y ese medido
deambular,
esa costumbre de noria
que tienen todos los
rebaños.
Entre tanta gente
repetida,
en este caos,
programado cada tarde,
solo se salva,
el ritmo y la tristeza
de un viejo en la
acera
que por una monedas,
y poca atención,
nos habla de soledad
y sueños no cumplidos,
con su viejo saxofón
y su cierta tristeza.
(Aconsejable escuchar el saxo de Iturralde)
(Aconsejable escuchar el saxo de Iturralde)
Entrañable observación de una calle urbana que se humaniza con las notas de un anónimo saxofonista.
ResponderEliminarUn abrazo.
La vida en blanco y negro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una acera, teñida por la música ante un sobrero, dando vida a la ciudad cada tarde. No abundan, pero cuando un intérprete o grupo nos regalan sus tonadas, poco saben el bien que pueden estar haciendo.
ResponderEliminarPrecioso post. Un abrazo y feliz tarde
Un saxo da calidad de vida a cualquier calle.
ResponderEliminarBuen post.
Un abrazo.
Una calle cualquiera con una mirada detenida, una imagen con un reflejo que recuerda la hora y el saxo ¿Qué misteriosa mente te construyó? tuyo es el tiempo y mío el viento. Un abrazo
ResponderEliminarBonito tema el que nos ofreces y bello poema, con ese estilo urbano que siento muy mío.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Juan.
Todo tiene un aire monótono tal como lo describes y muchas veces somos nosotros mismos los que infundimos ese sentimiento a lo que nos rodea. Es necesario poner un viejo con un saxofón para que nos saque de la nostalgia de otros tiempos vividos y si no tenemos a ese viejito con el saxo, nos lo tendremos que inventar, ¿me oyes Juan?
ResponderEliminarMe encanta la imagen en armonía con el poema.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Juan, así es, somos como los rebaños y nos saca de la monotonía algo como lo que describes y bien vale la pena parar y oírle.
ResponderEliminarBesos.
Lo has escrito genial en el poema esa sensación de rebaño que tengo cada día cuando deambulo por la calle y el metro, y sólo lo salva el chico que en un rincón del largo pasillo del metro toca el violín, en este caso... Extraordinario, Juan, poemazo y lo acompañas con una vibrante música que me llega al alma.
ResponderEliminarBesos y abrazos
Somos animales de costumbres y repetimos todos los días lo mismo, por eso es bueno tu poema y bueno parar la vista y el corazón en esa persona que nos llama con su música y su silencioso grito pidiendo ayuda...El saxo de Iturralde una maravilla, Juan.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz tarde.
Siempre entre tanta rutina está lo nuevo, el aire vital que hace que nos sintamos menos rebaño. Y para eso estàn los poetas...para ponerle palabras y sentir. Un gran, gran abrazo querido Juan.
ResponderEliminarHoy vengo algo tarde, me he estado peleando con pretender publicar en mi blog ¡Cachis! Y ná, que no pue ser ¡Ofú!
ResponderEliminarEs una estampa muy agradable con un poemazo que llega a los adentros.
Un besote.
Me ha encantado la imagen en blanco y negro y tu poema muy acertado lo que dice.
ResponderEliminarUn beso.
Profundo poema, amigo, profunda realidad!
ResponderEliminarY no siendo de música, por pura ignorancia, valoro y agradezco este saxo a estas horas matinales...
Fuerte abrazo Juan.