martes, 3 de septiembre de 2019

AMOR EN LA TARDE




Acudían cada mañana a la playa cogidos de la mano.

Tras colocar las toallas en la arena, comenzaban el ritual repetido de cada día de vacaciones: maceraban sus cuerpos con cremas solares, sin siquiera un asomo de caricias suaves, se tumbaban al sol, sin que sus manos se rozasen siquiera, ocupadas como estaban con el invisible teclado de su teléfono móvil.

Jugaban en la orilla, con el monocorde ir y venir de una pelotita de plástico, impulsada por sendas raquetas, pelotita que la mayoría de las veces terminaba en el agua, sin apenas contactar con las pequeñas maderas.

Chapoteaban cerca de la orilla con infantiles juegos, alevosas “aguadillas”, inacabados desafíos natatorios y  al rato vuelta a las toallas, el sol y la arena.

Así hasta que, siempre a esa misma hora en la que se pueblan los “chiringuitos”, recogían los bártulos y volvían por el camino por donde habían venido.

                           *     *      *

Cuando el sol pone oro en los cuerpos, la playa acalla los gritos y se van poniendo firmes las sombrillas, llega ella sola, hasta ese mar que se va quedando dormido, puntual a la cita de todas las tardes.

Sedientas de olas y caricias salobres, la veo dirigirse al tálamo de las aguas, adentrándose en el deseo y la aventura de ese mar desnudo y sin prejuicios.

Tiritando de luces y con su cintura acariciadas por las olas, se inicia un vals de caricias, que va ganando en intensidades, cuando el deseo se esconde entre la espesura de las profundidades.

Su pelo, como un pararrayos de ansias, emerge entre las aguas, al tiempo que su pecho redondo y pleno se llena del aire necesario para las nuevas caricias.

Nadie puede saber lo que ocurre en las inmensidades oscuras de la tarde, pero cuando el mar se cansa de morder la playa, ebria de luz, sal y brisa, asoma del agua la alegre geometría de su cuerpo de ninfa, mientras el sol poniente traspasa la figura y perlas de gotas de mar adornan la marfileña tersura de su cuerpo ahíto y satisfecho.

Como cada tarde, en el cuenco de su mano, coge un sorbo de espuma y lo besa.

Se nota que su verdadero amor es el mar y no su previsible acompañante de la mañana.








14 comentarios:

  1. Una dicotonomía que no he entendido hasta el final, que bueno es.
    Un abrazo.

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  2. Un amante perfecto ese que abraza y sostiene por la cintura a la bella. Quien sinó puede superar las risas y los juegos de los jovenes acompañantes de la mañana? Solo entrando en las profundidades del agua pura y salada se siente acunada y satisifecha. Saludos

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  3. Cada cosa en su lugar; puede, y digo puede, amar al joven; a la mar, salvo que tengas heridas por ella, siempre se le quiere.

    Un abrazo.

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  4. Es un panorama frecuente, por desgracia. No hay apenas sensibilidad, solo frialdad, desinterés y apatía. Menos mal que la naturaleza es muy capaz de apreciar la belleza y llenarla de amor.
    Un texto precioso y un abrazo marinero.

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  5. No hay mujer mas hermosa que la que has descrito tu, le has dedicado un panegírico precioso. Soy amante del mar y en el me siento cuidada y mecida, entiendo el amor marinero. Abrazos

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  6. Cierto, nadie puede saber que ocurre en las profundidades.
    Pero bendita sea la imaginación del mirador, aunque tampoco sepamos que contiene.
    Saludos.

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  7. ¡Anda!, ¿Y tú por qué no participas en los Jueves? C0n este peaso relato, ahí es donde debes estar.
    Anímate!!!!, este jueves la cosa va de Septiembre, eso lo haces tú durmiendo, quedan dos días y de ellos te sobran dos y medio.
    ¡Besos artista!

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  8. Qué preciosidad de texto.
    Me gusta mucho el mar, pero tu relato es desbordante, y da para pensar.
    Gracias, Juan.
    Besos

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  9. Que belleza de texto. Su amante el mar...un amante peligroso y encantador que seduce. Saludos.

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  10. Un texto lleno de sensualidad con un lenguaje sutil y elegante.
    SAludos.

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  11. Me traes muchos y bonitos recuerdos, excelente relato. Opino como Tracy, es una sugerencia, claro.

    Me apasiona la mar...

    Besos.

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  12. Precioso!!! Y desde luego me quedo con el amante de la tarde. Besos.

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  13. Has jugado con el mar y su esencia. Esa mujer, sin la pelotita y ese acompañante, es una enamorada del mar, y qué gusto ver a quien lo está. Con el brillo de la tarde en su piel anfibia.

    Precioso texto. Un abrazo

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  14. Juan,
    Realmente me gustó tu espacio web
    Fotos y textos muy inteligentes.
    Siempre volveré aquí, porque estoy siguiendo tu blog.
    ¡Un abrazo!

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